Page 18 - Edicion 762 El Directorio
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Ciencia
Einstein y otros científicos que hicieron grande a Hawking
Como siempre sucede en la cien- cia, Stephen Hawking construyó sus teoría sobre las ideas de gran- des científicos que le precedieron
Stephen Hawking era, por sus cir- cunstancias y sus descubrimien- tos, el físico más famoso del mundo. La celebridad científica le llegó en los años setenta. Entonces propuso que los agujeros negros, unos objetos donde la masa se concentraba hasta límites inimagi- nables y la fuerza de la gravedad era tan intensa que no dejaba es- capar ni la luz, también tenían de- bilidades. Efectos de tipo cuántico hacían posible que en su horizonte de sucesos, el punto de no retorno para cualquier cosa que se acer- que a un agujero negro, se produ- jese una radiación que le hiciese evaporarse poco a poco.
La celebridad entre el público es- talló con la publicación de Una breve historia del tiempo, un árido libro de divulgación en el que trata de explicar de manera asequible ideas como la del Big Bang o la teoría de cuerdas. Esta combina- ción de celebridades hace que para muchos el físico británico haya sido el propio creador de todas las catedrales del pensa- miento humano. Sin embargo, como siempre sucede en la cien- cia, Hawking se subió a hombros de gigantes.
Albert Einstein: en el origen de todo
El primero de estos gigantes, uno de los pocos científicos de la histo- ria que compiten con Hawking en popularidad, es Albert Einstein. Él es el padre de la Teoría General de la Relatividad, una idea que cam- bió nuestra forma de entender la gravedad y permitió pensar en
que un agujero negro era posible. El propio físico afirmaba que todo empezó en 1907, cuando tuvo la idea más feliz de su vida. Entonces intuyó que tanto la gravedad como la aceleración tenían la misma causa, que era la capacidad de ob- jetos con mucha masa como los planetas o las estrellas para curvar un tejido continuo formado por el espacio y el tiempo, dos dimensio- nes que durante milenios se ha- bían considerado separadas y absolutas en las que la materia existía e interactuaba. El efecto de esa curvatura y de los objetos mo- viéndose sobre ella es lo que per- cibimos como la fuerza de la gravedad o, explicado en las pala- bras de John Archibald Wheeler, el espacio le dice a la materia cómo moverse y la materia le dice al es- pacio cómo curvarse. Esta afirma- ción implicaba que los planetas o las estrellas creaban unos pozos gravitatorios proporcionales a su masa. Así, despegar desde Júpiter sería más difícil que hacerlo desde la Tierra. Desde un agujero negro, no podrían salir ni las gráciles par- tículas de luz.
Karl Schwarzschild: el artillero que pensó los agujeros negros
Los agujeros negros latían en la teoría de Einstein, pero tuvo que llegar otro gigante para plantear por primera vez una idea que, como casi siempre pasa con las nuevas ideas, parecía herética. Du- rante la Primera Guerra Mundial, mientras calculaba trayectorias de proyectiles como artillero en el frente ruso, el físico alemán Karl Schwarzschild estudiaba la Relati- vidad General. Además de com- probar que las ecuaciones de su compatriota describían el universo con una precisión sin precedentes, Schwarzschild observó que tam-
bién implicaban la existencia de objetos cósmicos inesperados. Al calcular los efectos de la curvatura del espacio-tiempo dentro y fuera de una estrella, observó que, si la masa de la estrella se comprimiese en un espacio lo bastante pe- queño, el tejido espaciotemporal parecía venirse abajo. Era la pre- dicción inverosímil de los agujeros negros, unos objetos a cuya atrac- ción gravitatoria no puede escapar ni la luz y que ni siquiera Einstein consideró posibles.
George Lemaître: un cura calcu- lando las ecuaciones de la Crea- ción
En el día de su muerte, no será raro leer o escuchar nombrar a Hawking como el padre de la teo- ría del Big Bang. Es falso, pero no del todo. La idea ya rondaba por los ambientes científicos en 1922, dos décadas antes del nacimiento de Hawking. Un ruso, Alexander Friedmann, demostró ese año que los planteamientos de Einstein sobre la naturaleza del cosmos po- dían llevar a concluir que el uni- verso se expandía. Friedman llegó a hablar incluso de un tiempo, en el origen de la crea- ción del mundo, en el que el universo estaba concentrado en un punto de volumen cero. Cinco años después, Lemaître llegó de forma independiente a
concebir el comienzo del universo en la forma de un único átomo”, escribió. El físico belga comparó aquel estado original del cosmos con un gigantesco núcleo atómico. Después, un proceso de desinte- gración nuclear, como el que puede afectar al uranio o al pluto- nio, pero de dimensiones extraor- dinarias, provocó la aparición de un universo con la riqueza de ele- mentos que hoy conocemos. Le- maître se refería a aquel protouniverso como “el átomo pri- mitivo” o “el huevo cósmico”, un objeto inmutable, falto de cualida- des físicas.
El mérito de Hawking fue utilizar por primera vez el término Big Bang. En 1966, dos años después de que Robert Wilson y Arno Pen- zias confirmasen experimental- mente aquel gran estallido, plasmó la palabra Big Bang en un trabajo sobre el origen del helio cósmico publicado en la revista Nature.
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la misma conclusión: el uni- verso se expandía.
En una breve carta, entre poé- tica, filosófica y científica, pu- blicada en Nature el 9 de mayo de 1931, Lemaître sugirió por primera que el universo apare- ció a partir de la explosión de un punto de volumen infinita- mente pequeño y gravedad in- finitamente grande. “Podemos
Edición 762 Del 15 al 21 de marzo del 2018
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