Page 25 - Comunidades 4
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   petulancia, la ansiedad, el odio, la prepotencia, la violencia, el conjunto de los antivalores que son el sello de agua de los medios masivos, dominen en el espacio público. Todo esto literalmente nos enferma.
Nos pone en el camino a los hospitales. Causa patologías de diferente tipo, en unos más que en otros. A unos los lleva a la confusión racional, al soliloquio de preguntas sin respuestas. A otros al desaliento y la desesperanza. A otros al misticismo, a la prepotencia en las actitudes, al uso vengativo de las armas sin aparente motivo, como es tan casi natural en las escuelas de EE.UU o Inglaterra.
A otros los empuja a la violencia terrorista, a la delincuencia en bandas, a los clanes de jóvenes callejeros para quienes la sociedad ha perdido sentido y se consagran al culto consciente del delito, con prácticas que bien podrían llamarse demoníacas. A otros los empuja al sufrimiento en solitario, a descargar la violencia en la familia, o a transitar hacia la tentación del suicidio.
Depredadores de la moral
Entones, una sociedad no puede ser indiferente a sus redes de comunicación pública. Por eso es que el estilo de los Butters, los Ortiz, las Magaly o las Delta, no puede tomarse como travesuras de la libertad de expresión. Una sociedad que aspira a ser sana no puede dejar que el espacio público se vuelva una atmósfera tóxica para la gente de todos los sexos y de todas las edades.
Volviendo al libro de Koga y Kishimi, por supuesto que las filosofías asiáticas siempre han sido más atentas al entorno de modelos de conducta en el que se mueven las personas. La idea de familias, comunidades, educación, respeto, orden, es central a los grandes pensadores asiáticos desde los siglos de Buda en adelante.
En cambio, el estilo abstracto del racionalismo moderno llevó a los pensadores occidentales a imaginar que la sociedad se compone de átomos libertinos. Que la verdad, el bien, el mal, el error, la felicidad, la economía, incluso Dios y la sociedad existen en el individuo y no en la interrelación de las personas. Koga y Kishimi sabeen de esa notable diferencia entre el pensar occidental y el asiático. No obstante, acuden a Adler para mostrar que lo mejor de la sicología occidental permanece subestimada en las universidades, mientras las sociedades capitalistas se complican y la salud mental de la gente se deteriora.
Resulta entonces que el problema de los medios de comunicación no es un asunto banal, ni deportivo. No es una molestia en los oídos que puede corregirse a base de cinismo. No solo es un problema de libertad de expresión desequilibrada, ni del monopolio que los propietarios de medios ostentan, ni de las tretas que urden para contar con el subsidio del Estado. Es, ante todo, y por encima de todo, un problema de salud mental y salud pública.
Esa es la envergadura del problema que la democracia peruana enfrenta, como lo enfrentan todas las democracias dominadas por el capitalismo, intentando retornar a un mundo en el que la sociedad tenga sentido para todos. Si queremos sanear la moralidad de nuestra gente, y transmitirle un algo de felicidad diaria, lo primero que tenemos que hacer es sanear la comunicación pública. Ahí hay un detalle que nos mata sin saberlo.
ESPECIAL
Una política alimentamentaria nutricional, incremento de la produccion nacional de alimentos y regulacion de la importación de alimentos básicos
Carlos Samaniego
Carlos Samaniego, nació en Ahuac (Chupaca, Huancayo), próximo a cumplir 86 años. Fue profesor de la Universidad Nacional Agraria La Molina y posteriormente funcionario de la OIT en diferentes países del mundo. Ingeniero agrónomo por la Universidad Nacional Agraria La Molina, Ph.D. por la universidad de Manchester, Inglaterra. Al jubilarse a los 60 años, decidió formar Ecoandino SAC,. de cuyo directorio es actual presidente. (sigue)
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