Page 13 - Mi bebé y yo 351. Noviembre-Diciembre 2022
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                   ¿Por qué los castigos
o las amenazan no educan?
• Estoy segura de que, a corto o medio plazo, este tipo de “escarmientos” funcionan. La cuestión es que el niño obedece en base al miedo y no porque haya entendido el sentido de lo que se le pide. Nuestro objetivo, como padres y madres, no puede ser andar siempre detrás de los pequeños para asegurarnos de que hagan lo que se supone que deben hacer.
El objetivo es más bien que puedan entender las reglas y las apliquen. Cuando no logran entenderlas, es importante que sientan que lo que los padres les piden es justo y, por tanto, que lo acepten con más facilidad.
• Los niños aprenden con nuestro ejemplo y en base al vínculo que tienen con nosotros. Cuanto mejor sea la calidad de la relación con nuestros hijos, mayor será nuestra influencia. Cuando nuestro hijo se siente unido a nosotros, significa que confía en nosotros y que nos respeta. Y si esto sucede, está dispuesto a cooperar y a escucharnos. De hecho, esta es la única fórmula para conseguir influir de manera positiva en nuestros hijos. Además, educar es algo positivo, algo bueno, y el castigo tiene asociado el sufrimiento. Vale la pena pensar en ello.
• “Entonces, ¿ya no puedo dar órdenes?”. ¡Por supuesto que sí! La diferencia es que, en la parentalidad positiva, se escucha al niño, se puede o no negociar con él lo que es negociable y decirle que actúe de una determinada manera, explicándole el porqué, sin amenazas ni humillaciones. En definitiva, nadie nace enseñado, y un niño necesita de adultos que lo orienten
de manera adecuada, seria y firme.
¿CÓMO PONERLO EN PRÁCTICA? CLAVES PARA EL DÍA A DÍA
Para practicar la educación y la parentalidad positiva, podemos aplicar los siguientes preceptos
en el día a día con nuestros hijos:
• Prevenir los comportamientos.
No pidamos cooperación solo cuando la necesitemos: es necesario trabajar la relación con nuestros hijos en todo momento para que la cooperación surja de manera natural. • Poner límites con empatía. Esto significa que no tenemos que gritar, poner mala cara o utilizar frases como: “¿Quieres ver cómo me levanto y me enfado contigo?”.
• Observar a nuestros hijos
y comprender su manera de ser.
No hay dos niños iguales y no
hay una única forma de educar. Prestemos atención a lo que nuestros hijos necesitan en cuanto
a la orientación educativa que les estamos proporcionando.
• Respetar a nuestros hijos. Parece obvio, pero, muchas veces, somos los primeros en faltarles al respeto. Como nosotros, ellos también tienen
derecho a estar enfadados, histéricos, sentirse desconsolados, felices... Se trata de emociones
y no de comportamientos.
• Ser empático. La próxima vez que lidiemos con una situación menos fácil, imaginemos que estamos
en la piel de nuestro hijo. ¿Cómo
nos gustaría que nos trataran en
esa situación?
• Pocas reglas, pero claras. Cuando una regla es clara, queda implícito
lo que puede o no puede pasar.
Es muy importante que podamos encontrar (juntos o no) alternativas, porque son las que van a reorientar al niño.
• Ser firme y constante. Por ejemplo, si se establece que, al llegar
a casa, todos se quitan los zapatos, entonces, hagamos lo mismo y, cuando el más pequeño se olvide de hacerlo, es básico que no hagamos como si no lo hubiéramos visto.
Basta con decir: “¡Juan, los zapatos!”, y señalar hacia la entrada. El pequeño entenderá lo que tiene que hacer.
• Ser proactivos. En la parentalidad positiva, sabemos que el desarrollo de un niño se hace por fases.
Por tanto, nos adaptamos a esa evolución y respondemos de forma preventiva a los acontecimientos.
• Liderazgo empático. Un líder es aquel que modela comportamientos, que da ejemplo, y que sabe exactamente cuál es su papel: educar, guiar, orientar y demostrar, haciendo que el niño descubra
lo mejor de sí mismo.
• Imponer disciplina sin castigar. Cuando se educa desde el respeto, previniendo y acompañando, no hay lugar para castigos. Castigar es un juego de poder. Entonces, ¿cómo aprende un niño? ¿Solo hablando? ¡Claro que no! En la vida, hay consecuencias y el niño aprende mucho de ellas.
• Padres felices = hijos felices.
Esta es la primera regla de la parentalidad positiva. Si no estamos bien, no podremos dar lo mejor
de nosotros mismos.
 Mibebeyyo #13#




























































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