Page 16 - Mi bebé y yo 335 Septiembre 2020

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#quéhaceryquénohacer
En la primera charla de contacto, previa a la entrada del
pequeño en la escuela infantil, es preciso explicar al centro la historia del niño, sus experiencias de separación anteriores, su ambiente y sus hábitos de vida. En términos prácticos, hay que referirse al momento de la comida, el sueño, el juego, etc.
Un buen método para preparar al niño para la separación
consiste en explicarle con antelación cómo será el día siguiente, por ejemplo, antes de ir a dormir, como si se tratase de un cuento. Esto genera en el pequeño la seguridad de que sus papás volverán a buscarle.
El momento de la entrada en la escuela infantil debe hacerse
de forma gradual y de manera que sean los papás quienes faciliten la aproximación del pequeño a los educadores, como si se tratase de una amiga muy querida a la que va a conocer.
La comunicación constante entre los adultos que cuidan al niño
es fundamental para respetar sus hábitos y rutinas, que hacen que se sienta seguro, así como superar algunas etapas “difíciles” (introducción de nuevos alimentos, control de esfínteres, etc.).
EMPIEZA EL “COLE”
A veces, para no afrontar el disgusto de la separación, nos
alejamos del niño deprisa, casi a escondidas. Esto crea mucha inseguridad en el pequeño. Si el niño no quiere separarse de los papás, una actitud tranquila, pero firme, le permite convencerse y aceptar la situación con mejor disposición.
A la hora de recoger al pequeño, es mejor no limitarse a
preguntar al educador o educadora si ha comido y dormido. También hay que informarse sobre las actividades desarrolladas, sobre qué le ha divertido y con qué compañeros ha jugado. Esta información permite sintonizar con las emociones del niño.
Los niños notan si el papá y la mamá están convencidos de
las decisiones que toman. Si perciben que hay buena sintonía entre sus papás y la educadora, si no advierten desconfianza
ni celos, conseguirán enfrentarse mejor a esta nueva situación.
Una de las actitudes que hay que evitar es estar a la defensiva,
con miedo a ser juzgados por la educadora. En realidad,
se trata de un escrúpulo compartido. Hay que superar estas reticencias y colaborar para construir juntos una alianza educativa.
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