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336 Las vidas de muchas personas de cuarenta años, y de algunas con bastantes
337 años más, reflejan una continua disipación de energías que podrían haber sido
338 más provechosas si las hubieran dirigido hacia otros canales. Esparcen
339 salvajemente sus mejores y más poderosas emociones a los cuatro vientos. De
340 este hábito del macho surgió la expresión “echar canas al aire”.
341 El deseo de la expresión sexual es con mucho la emoción humana más fuerte e
342 impulsiva, y por esta misma razón, este deseo, cuando se domina y convierte
343 en una acción distinta de la expresión física, puede elevarnos a la categoría de
344 genio.
345 Uno de los empresarios más competentes de Estados Unidos admitió
346 francamente que su atractiva secretaria fue la responsable de la mayor parte de
347 los planes que creó. Admitió que su presencia lo elevaba a las alturas de la
348 imaginación creativa, situación que no podía experimentar con otros
349 estímulos.
350 Uno de los hombres más exitosos de Estados Unidos le debe la mayor parte de
351 su éxito a la influencia de una mujer joven sumamente encantadora que fue su
352 fuente de inspiración durante más de doce años.
353 Todos conocen al hombre al que me estoy refiriendo, si bien no todos conocen
354 la VERDADERA FUENTE de sus logros.
355 La historia no carece de ejemplos de personas que alcanzaron la categoría de
356 genios a raíz del uso de estímulos mentales artificiales en forma de alcohol y
357 estupefacientes. Edgar Allan Poe escribió “El Cuervo” bajo los efectos del
358 licor, “soñando sueños que los mortales jamás habían osado soñar”. James
359 Whitcomb Riley escribió su mejor obra bajo los efectos del alcohol. Quizás
360 fue así como vio “el ordenado entrelazamiento de lo real y del sueño, el
361 molino por encima del río y la niebla por encima de la corriente”. Robert
362 Burns escribía mejor cuando estaba ebrio: “Por los tiempos de antaño, cariño
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