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 En Lila, por primera vez experimenté el invierno y conocí la nieve, eso también es diferente en Colombia puesto que estamos ubicados sobre la línea del Ecuador no tenemos estaciones. Los paisajes son bastante distintos entre los dos países pero es muy interesante descubrir que tenemos tantos lugares por descubrir. Todos cuentan una historia y hablan de la gente que los habitó.
Al fin eso es lo que más importa de un lugar, su gente. Los “Lillois” me parecieron semejantes a los bogotanos, personas muy amables y atentas, siempre dispuestas a brindarte una sonrisa y una ayuda, con un sentido de la familia muy grande y sobretodo muy generoso. De la mano de ellos descubrí muchas especialidades de la región y me enamoré de la gastronomía francesa. No me arrepiento de haber subido algunos kilos de peso porque cada platillo y cada postre valieron la pena. Tuve la oportunidad de participar en algunas cenas y festejos franceses, en donde el protagonismo se volcaba entorno a la mesa y la buena conversación, aquellas experiencias fueron un verdadero deleite tanto para mis sentidos como para mis sentimientos porque me sentía en casa.
Para ser sincera, extrañé mucho mi casa, la comida y a mi familia sobretodo. Mi familia es muy numerosa.
Por ejemplo del lado de mi mamá son cinco hermanos y tres hermanas, lo que da un total de treinta y tres primos, sin contar los nietos y bisnietos.
Sin embargo, mi núcleo familiar es más pequeño, en primer lugar está mi abuela Dioselina, pero le decimos mamá Diosa de cariño, ella tiene noventa y nueve años. Está mi mamá que se llama María. Luego
estamos nosotros los hijos,
somos tres, mi hermano
mayor José, mi hermana
gemela Vivian y yo Angie.
Mi hermano José tiene dos hijos, David y Juan, mis sobrinos a quienes amo mucho y con quien comparto la mayor parte de mi tiempo libre.
Con miedo a sonar un poco a cliché, puedo decir que ser asistente de idiomas es una experiencia única. Mi experiencia aunque corta y un poco trastornada por la pandemia, fue maravillosa y me deja mucho aprendizaje en todos los aspectos. Cuando pienso en Lila y en el colegio Rouges Barres sólo aparecen recuerdos lindos y felices. Concuerdo con el adagio popular que dice que ‘Hay lugares donde uno se queda, y lugares que se quedan en uno’ porque para mí Francia y el cole, se me quedaron en el alma y me acompañarán por el resto de mis días, siempre estaré agradecida con Dios y la vida por haberme permitido gozar de tan excelente aventura, por haber conocido a seres humanos tan excepcionales y descubrir una Francia que no se encuentra en los libros y que solo se puede vivir.
  























































































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