Page 111 - trilce
P. 111

LX
     SIEN EN
  [Luis Bravo (Montevideo)]
La lectura interna (prelingüal) del poema se abre a modulaciones subjetivas cuando suena en la voz; se interna en pasadizos un poco más impredecibles cuando la voz entra en las palabras, se cuela entre los fonemas, abre los silencios y se instala, batuta intuitiva mediante, alzando significantes, derramando estelas semánticas. Veamos los resultados de las intuiciones que se materializaron en esta puesta en voz y su musica- lización. La composición vocal la fui haciendo a la par que Federico Eisner iba compo- niendo las sonoridades del bajo; es decir, en improvisaciones a las que fuimos dando forma hasta elegir una versión definida, finalmente aquí presentada.
Puesta en voz y sonoridades del poema LX de Trilce
Los silbos que abren el surco borronean una frase melódica luego interceptada por un frotaje de bordonas; ese contrapunto anticipa el olor a madera de las palabras inicia- les...
la reiteración del primer verso se impuso en cada puesta y hube de aceptarla como si la voz dicha y la voz interior se yuxtapusieran en primer y segundo plano. Cuidé de no llegar al sistemático leit motiv, para no traicionar lo que imagino determinó el joven Vallejo en Trilce: no usar el tradicional estribillo. De ahí que hacia la cuarta estrofa ya no se reitera el entrañable verso fundante... “es de madera mi paciencia”.
Las jotas lijan el aire (vejetal; plumaje) junto al encordado metálico del bajo en modo electrizado y acústico; este sonido es como la central emotiva de ese desgarro que re- corre el poema, la inefable emotividad que en cada poema de Trilce sale airosa de enca- sillamientos: lenguaje mestizo de huidiza nominación. Bord(e)amos un deslije fonético de táctil sonoridad, con énfasis en el textil deshilache por esa segunda letra del alfabeto quechua.
Me detuvieron, acaso demasiado, las XT/XC (extremidades; exclamar) forzando abrir el humor ceñudo, la caja toráxica de angustia atascada.
Las palabras semi-aspiradas (sorda; bocón) así como las voces dobladas, deslindan y despliegan variados paisajes: lo topográfico (las leguas de tu marcha), las anáforas de la soledad (sin tu, sin tu), las antítesis del goce (placer, sin querer, placer).
El breve solo del bajo después de “domingo” (clave del poema) porta la proverbial nos- talgia de ese día sagrado: venerable día del sol, día de resuRRección, paga del niño jornalero, descanso del patrón pero no de los campesinos...; la cuerda percutida rasga el aire como fuelle arrabalero para silenciarse ante las mayúsculas resonancias de lo que destieRRa... tras la fusión de embriaguez y dolor (la horrible sutura) la “a” final es arrojada en ambiguo goce suspirante.
Así resuena el poema LX de Vallejo en este pandémico año “de harapos”, a casi un siglo de su trilceana hechura, para y desde esta yunta rioplatense en trasiegos trasandinos.
*
  VOLVER AL ÍNDICE





















































































   109   110   111   112   113