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XII
     SIEN EN
  [Rosario M. Bartolini
(desde el paraíso de Chongoyape, Lambayeque)]
XII
Escapo de una finta, peluza a peluza.
Un proyectil que no sé dónde irá a caer. Incertidumbre. Tramonto. Cervical coyuntura.
Chasquido de moscón que muere
a mitad de su vuelo y cae a tierra.
¿Qué dice ahora Newton?
Pero, naturalmente, vosotros sois hijos.
Incertidumbre. Talones que no giran. Carilla en nudo, fabrida
cinco espinas por un lado
y cinco por el otro: Chit! Ya sale.
En la travesía del conocimiento, de sí mismo, del mundo, Vallejo nos coloca en un cuerpo con adrenalina, escapando o ¿buscando? el cuello y la piel como arena para la generación del saber, del conocer. Sintiendo totalmente a través de ellos lo que va cuajando en conceptos. Me hace recordar lo que Arguedas contaba acerca del aleteo de un moscón en su nuca ¿Qué es una ante el descubrimiento, ante el infinito?
Empieza y termina, a mi parecer, con este planteamiento de alerta física y mental, de huir, de contradicción con resultado quedarse pasmado ante lo que se da uno cuenta sufrir en contradicción el proceso de comprender (“Carilla en nudo, fabrida cinco espinas por un lado y cinco por el otro”), y saludar el producto en silencio (“Chit! Ya sale.”) como si el conocimiento fuera un producto de nuestra masa física, como un pedo, como una emanación en el silencio.
Y los versos centrales: una llamada a reírnos del limitado alcance de la razón en esto del conocimiento. Se conoce con el miedo, con el pasmo, con la sorpresa, con el desamparo. Se conoce con los sueños, dormidos o despiertos.
Y esta forma de conocimiento, más allá de la razón, mezclando cuerpo con significados, la preservan y muestran poblaciones originarias de Latinoamérica, como lo que
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