Page 15 - MONTT LATIN AMERICAN MAGAZINE, AGOSTO 2021 (Español)
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corresponden a recursos naturales (fundamentalmente petróleo, hierro, cobre y soja), que se han ido expandiendo por el crecimiento y la escasez relativa de estos recursos en el gigante asiático, así como por su visión de largo plazo, que atribuye a la región el papel de importante proveedora.
Soluciones a Largo Plazo
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en su informe “Política Fiscal y Cambio Climático: Experiencias Recientes de los Ministerios de Finanzas de América Latina y el Caribe” sostiene que la solución a largo plazo es recomendar políticas  scales que aceleren la transición a economías verdes y allanar el camino para que la Región cumpla los objetivos de descarbonización. De acuerdo con el organismo, el crecimiento verde tiene el potencial de aumentar la resiliencia al cambio climático y crear nuevas oportunidades económicas que generen más y mejores empleos. La publicación también destaca la importancia de reducir la dependencia económica de los combustibles fósiles mediante disminuir los subsidios para mantener la competitividad económica y asegurar la sostenibilidad  scal.
La descarbonización de las economías de la región puede crear 15 millones de nuevos empleos netos para 2030 y cada dólar invertido en hacer que la infraestructura y las economías sean más resistentes puede generar hasta cuatro dólares en bene cios económicos. Según el estudio, las economías de la Región deberán crear nuevos patrones de producción y consumo de bienes y servicios para lograr emisiones netas cero al 2050. Para cumplir con este objetivo, los ministerios de Finanzas deberán considerar implementar políticas fiscales que promuevan estos cambios y mitiguen los posibles riesgos en las  nanzas públicas generados por eventos climáticos extremos y los próximos cambios estructurales y tecnológicos.
“El reloj está corriendo. El nivel sin precedentes de transformaciones que deben ocurrir en todos los sectores económicos exige un nivel mucho más profundo de participación de los ministerios de Finanzas en políticas para combatir los efectos del cambio climático ”, dice Benigno López, vicepresidente de Sectores y Conocimiento del BID.
Comunistas y Capitalista
El tema del cambio climático tiene una importante arista política, que no debe descuidarse y forma parte del análisis total. Para algunos son las ideologías de izquierda, en especí co el comunismo, el que está detrás del ambientalismo con el objeto de preparar el terreno para un gobierno mundial y aparentemente “salvar a la Tierra y a la Humanidad” de una crisis inventada o muy exagerada.
Se sostiene que en las últimas décadas, con las fuerzas comunistas en retroceso y las catástrofes políticas y económicas de los regímenes izquierdistas expuestos, este grupo ideológico se aferró al ambientalismo para continuar con sus planes. Esta doctrina originalmente promovía una utopía, un “Cielo en la Tierra”, a  n de incitar revueltas y derribar el sistema social existente. Se indica que bajo la falsa identidad del ambientalismo, el comunismo adoptó un enfoque similar, pero la visión que describe es exactamente opuesta: en vez de la maravillosa utopía de los trabajadores hay una distopía aterradora, una visión del “in erno en la Tierra”. Según este supuesto, en cuestión de décadas, la misma supervivencia de la Humanidad estará en riesgo debido al calentamiento global, desprendimientos de tierra, tsunamis, sequías, inundaciones y olas de calor. A los que apunta este movimiento no son los pobres, sino más bien los ricos, de los que se espera que abandonen sus estilos de vida, se agrega.
Al revés, para los ambientalistas de izquierda los culpables de los gases de efecto invernadero, “principal motivador de este cataclismo global”, no son la causa sino el síntoma de, dicho en sus palabras, un sistema económico que ha declarado la guerra contra la vida en el planeta Tierra. Sostienen que frente a la crisis global que supone el cambio climático, el capitalismo oscila entre dos estrategias: por un lado, una campaña de negación de las evidencias científicas tendiente a presentarlos como una “ideología” más que como un hecho fáctico y por el otro, una estrategia de promoción de un “capitalismo verde” o “sostenible”, que promueve acuerdos internacionales y brega por una reconversión parcial y limitada de los sistemas productivos, mientras preserva y fortalece el modelo de acumulación y explotación capitalista.
Se agrega que el campo del negacionismo es muy amplio. En sus  las militan desde Trump, el Partido Republicano y el Tea Party en Estados Unidos, hasta sectores minoritarios de científicos. Los medio ambientalistas señalan que el núcleo está en las grandes corporaciones. Así la “industria de la negación” tendría como principales impulsores a corporaciones petroleras, automotrices, metalúrgicas y empresas de servicios públicos, que son las responsables de las emisiones de gases contaminantes que generan el aumento de temperatura Pero también están los disidentes ecológicos.
“No Hay Apocalipsis”
Michael Shellenberger, activista ambiental de larga trayectoria, muy conocido en el mundo entero, publicó su libro “No Hay Apocalipsis”, en el que indica que la “retórica” sobre la crisis climática “no corresponde a la realidad” y el alarmismo
al respecto “nos perjudica a todos”. Shellenberger, cuyos artículos aparecen regularmente en los principales diarios norteamericanos, es el fundador y presidente de Environmental Progress (Progreso Medioambiental), una organización de investigación independiente con sede en la localidad californiana de Berkeley que de ende la energía limpia y la justicia climática. En 2008 la revista Time le nombró “Héroe del Medioambiente”.
En su nuevo libro afirma que “muchas tendencias van en la dirección correcta” para arreglar la crisis ecológica, por lo que mantener posturas alarmistas es negativo, empezando por el propio planeta, y denuncia “poderosos intereses  nancieros” que las impulsan aprovechando el “deseo de trascendencia” de las personas.
Por ello, critica a “los activistas del clima que pronostican que miles de millones morirán a causa del cambio climático, políticos norteamericanos que dicen que el mundo acabará si no cambiamos radicalmente nuestras vidas”. Agrega que “ninguno de estos argumentos es correcto”.
Así, Shellenberger indica que, por ejemplo, Estados Unidos redujo sus emisiones “más que cualquier otra nación desde el año 2000” y que la mayoría de los países europeos “alcanzaron su punto máximo y están disminuyéndolas desde los años 80”, mientras que las naciones en desarrollo “también las bajarán cuando alcancen su punto de riqueza”.
Respecto a los alimentos, “producimos un 25 por ciento más de los que necesitamos para sobrevivir y la FAO publicó informes sobre cómo aumentar drásticamente el rendimiento de cultivos pese al cambio climático”, mientras que los fenómenos meteorológicos extremos, “aunque más intensos -en torno a un cinco por ciento- se prevé que serán menos frecuentes, en un 25 por ciento”.
De hecho, las muertes por catástrofes naturales “disminuyeron en un 90 por ciento desde 1900” y ello pese al “enorme crecimiento de la población mundial” debido a la capacidad de adaptación humana. Los mismos informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático carecen de “escenarios apocalípticos” y “no dicen que vayan a morir millones de personas”, por lo que “no hay ninguna razón para que no podamos adaptarnos al cambio climático” sin angustia. La razón de que exista tanta inquietud se debe según Shellenberger a que algunas organizaciones ecologistas, entre las cuales cita a Extinction Rebellion, Sierra Club o EDF, “han derivado en una religión alarmista” y “han llenado sus cuentas bancarias con dinero procedente de intereses energéticos para promover el cierre de las centrales nucleares”.
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