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 A pesar de su excéntrica personalidad, Ji Gong era sincero, de buen corazón y un consumado seguidor de las enseñanzas budistas. Era conocido por ayudar a quienes lo necesitaban y, a veces, por salvarles la vida.
Las leyendas folclóricas chinas describen con afecto sus diversas proezas.
Convocando troncos desde un pozo
Una historia popular cuenta que Ji Gong usaba poderes paranormales para sacar troncos de un pozo. Había que construir un templo en Hangzhou y había una gran necesidad de madera. La mejor madera se encontraba en la provincia de Sichuan, a unos 1.500 km. Por ende, los monjes estaban desesperados. Pero eso no detuvo a Ji Gong. Él usó sus poderes para traer los troncos uno tras otro. Los otros monjes los apilaron hasta que el monje encargado de contarlos gritó “¡Suficiente!”. Ji Gong ya había invocado otro tronco, pero al escuchar el grito del monje, lo detuvo. El último
tronco permaneció semisumergido en el pozo; generaciones posteriores construyeron un pabellón encima al que llamaron “Pozo de la teletransportación divina”.
Deteniendo una cumbre montañosa voladora
Otra historia, que inspiró la danza de Shen Yun Ji Gong secuestra a la novia, relata las formas creativas que tenía el monje para rescatar a la gente del peligro inminente, incluso contra su voluntad.
Un día, el monje Ji Gong caminaba hacia el Templo Lingyin cuando de repente sintió un sobresalto en su corazón. Sientiendo que algo andaba mal, utilizó su capacidad de clarividencia para investigar qué pasaba y vio que un pico montañoso se dirigía a toda velocidad hacia un pueblo cercano.
Alarmado, Ji Gong comenzó a gritarle a los
pobladores, advirtiéndoles que debían correr. Pero la
gente se rió de él, diciendo “ese monje loco otra vez
hablando tonterías”. Fue ahí cuando Ji Gong vio la
procesión de una boda en el pueblo. Se deslizó entre la
muchedumbre, arrebató a la novia, la colocó sobre su
hombro y se fue corriendo. Alarmados, el novio y los
invitados llamaron a todos sus familiares y amigos para perseguir al secuestrador. Poco después, todo el pueblo lo seguía.
Ni bien pasaron la entrada del pueblo, un pico enorme de una montaña cercana colapsó y fue a caer en el pueblo con gran estrépito. Grandes rocas volaron por todos lados, destrozando techos y aplastando casas en un instante.
Ji Gong había rescatado a los pobladores, pero entonces se dio cuenta de que en el pueblo había quedado una niña y que una enorme roca se dirigía hacia ella. El monje inmediatamente dirigió su palma hacia la roca, a la que hizo retroceder con sus poderes, salvando a la niña.
La famosa roca se conoce ahora como la “Cumbre voladora” de Hangzhou, y los visitantes pueden ver la marca de una mano hundida en la base de la piedra.
  















































































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