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   Menos esteticista que las hipnóticas
Hero y La casa de las dagas voladoras, y mucho más sombría. Sombra recurre a una épica trágica cercana a la de los filmes de samuráis de Akira Kurosawa pero sin perder el sello distintivo del director.
Es una película muy bella, por sus composiciones de cámara, por su tratamiento del color; por su relación imagen/sonido, por su uso de los escenarios antes que por la configuración de sus personajes principales: el héroe anónimo, la princesa valiente, el rey megalómano, el villano ambicioso...
La sombra que da título a la película es el individuo que se hace pasar por el comandante de las fuerzas del condado de Pei. Es su doble, pero el concepto de sombra –alargada, omnipresente, que roba la personalidad sobre la que se proyecta– resulta muchísimo más gráfico a la vez que misterioso.
Fotografiada con un estilo de color
que se asemeja al blanco y negro, desde la configuración de los decorados a la de las vestimentas, Sombra acontece siempre en interiores poco vistosos y en exteriores lluviosos.
Yimou regresa al drama de acción feudal haciéndole un guiño a Kurosawa y a Shakespeare, del mismo modo que el cineasta japonés ya le había hecho más de un guiño al ilustre bardo.
     



























































































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