Page 93 - Cómo aprendimos a volar (II Edición)
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Primera parte. El alcohol marchita todo
Yo era hija única. Mi papá bebía mucho alcohol. No pegaba, pero sí gritaba e insul-
taba, y no me apoyaba para estu- diar, me hacía que me quede en la casa, o con los animales. Por eso no acabé el colegio.
Cuando yo venía
de la escuela a la
casa, mi papá comía
y empezaba a tomar,
mi mamá iba a ver
las vacas y no había
nadie en la casa. Yo
llegaba a la casa, a
veces me iba a jugar
con mis primas. No había quien me espere en la casa, no había quien me de atención y cariño.
Mi mamá me apoyó, me dijo que tenía que estudiar. Pero cuando estaba estudiando mi papá me decía que pasaba ociosa, vaga, y me mandaba de nuevo a ver a los animales. Me daba sentimiento, ya ni quería estudiar. Pero seguí yendo al colegio, no tanto por los estu- dios, sino porque quería hacer
mis amistades, enamorarme. Por todo eso perdí el año, y ya mejor me retiré. Tenía mi ena- morado, pensé que mejor era casarme para ver si mi vida iba a poder ser feliz estando con otra persona. Con él mismo me casé después de un tiempo, no conocía a nadie más, no tenía muchas amistades.
Yo sí vivía bien con mi pareja, pero luego unos tíos alcohóli- cos que vivían cerca, llegaban a la casa a las 12 de la noche, o hasta en la madru- gada, para hacerle tomar a mi marido.
Entonces yo me ponía brava, le decía que no debía tomar tanto, pero él seguía. Dejó de hacer caso a la familia. Ya teníamos cuatro wawas, yo siempre he vivido trabajando, hasta ahora. Yo quise que nos vayamos a otra tierra a trabajar, pero él no quiso.
Conseguí un trabajo en una guardería, trabajé más de 10 años ahí. Con eso mantenía a mis wawas, su comida, sus estudios. Trabajaba de lunes a viernes,
 “Le decía que no debía tomar tanto, pero él seguía. dejó de hacer caso a la familia”
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