Page 51 - SANTACRUZ LIBRO
P. 51

La trágica noche de Santacruz
            La trág ica noc he de Santacr uz                          39


            lema era: ¿el hombre fue creado por Dios o es verdad que evolucionó?.
            Miró a su entorno y no encontró respuestas, solo la oscuridad radiante
            era lo que le rodeaba, se sentía perdido en el espacio a miles de kilóme-
            tros de la Tierra. Se sentía un ser indefenso en el espacio, un ser despre-
            ciable que nunca volvería a su planeta, levantó los ojos y vio que estrellas
            muy pequeñas e indefensas se unían y se desunían con distintos resplan-
            dores.

            Las estrellas se alejaban y regresaban de lo infinito, brillaban con una
            luz potente, era una luz encendida, brillante.

            Y las estrellas irradiaban una extraña luminosidad.

            Las pequeñas estrellas se acercaron a la cabina de mando del transbor-
            dador. Atónito, Anastasio Santacruz contempló el espectáculo más asom-
            broso de su vida, las estrellas formaron una columna, así como se forman
            las bandadas de aves y luego en filas, se transformaron en letras for-
            mando una frase contundente, categórica y precisa que él la leyó en el
            espacio: “El hombre es el arquitecto de su propio destino”.
            La frase estaba como esculpida en el infinito de la oscuridad. Anastasio
            sintió un fuerte dolor en el corazón y despertó asustado. Desde ese ins-
            tante, la bendita frase lo persiguió toda la vida. Cuando su hijo Euclides
            creció y decidió lanzarse a la arena política vio que era la oportunidad
            de inculcar a su hijo el sentido de la frase que él la leyó en el infinito.
            Anastasio Santacruz estaba convencido que, para darle ánimos a su em-
            prendimiento de llegar a gobernar su patria desde el Palacio Quemado,
            Euclides debía tener conciencia de la frase. Al final del sueño, Anastasio
            intentó tomar los controles del transbordador para regresar a la Tierra,
            ¡pero no había tales controles, ni había la nave!, ni estrellas, ni nada, sin-
            tió otra vez un golpe en el corazón porque se sintió perdido en un lugar
            desconocido del Universo y pensó que no regresaría nunca más a su
            hogar, tampoco podría abrazar a su esposa Celedonia Piérola ni a su hijo
            Euclides. Y también presintió que las pretensiones de su hijo para llegar
   46   47   48   49   50   51   52   53   54   55   56