Page 230 - LIBRO SANTACRUZ
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          Lobo, Inocencio Hitler, ahora soy Barbarroja y así otros nombres que
          ya yo no los recuerdo. Años después, cuando traficábamos inmigran-
          tes por el estrecho de Gibraltar, me llamaron Jean Pierre Borsalino,
          nunca pregunté porqué me bautizaron con ese nombre una madru-
          gada que entramos a Marsella burlando a las autoridades. Yo les dije
          que quería conocer la Ciudad Luz, me concedieron esa dicha. Nunca
          olvidaré que caminé por los Campos Elíseos y llegué hasta el Arco
          del Triunfo, luego admiré la Torre Eiffel, nos tomamos el mejor vino
          del mundo en un restaurant a orillas del río Sena. No me concedieron
          la dicha de conocer la avenida Pensilvania ni las Pirámides de Egipto.
          Son los recuerdos de mi vida, lo poco que hoy puedo recordar. Tengo
          una cuenta secreta en un banco de las Bahamas con suficientes aho-
          rros como para pasar el resto de mi vida, lejos del peligro, ajeno a
          los cambios políticos, me daré los gustos que ningún hombre ha sido
          capaz de darse, nadie se imagina lo que yo haré. Ahora me llamo
          Enzo Bordenave. Aunque, quisiera pasar el resto de mi vida junto a
          Simone Candau, me enamoré de ella cuando estoy llegando a los cua-
          renta y cinco años. Es un amor platónico, sé que ella es una mujer de
          mundo, que seguro tiene muchos pretendientes”.

          Triste es la vida, Bordenave se enamoró de una mujer que nunca
          aceptaría nada de él. “Me iré lejos de la Ciudad de los Anillos y
          nadie sabrá más de mi vida. Alguien dirá algún día: el autor fue
          Barbarroja”.
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