Page 276 - LIBRO SANTACRUZ
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          Esa fatídica noche, Euclides dormitaba a bordo del automóvil Toyota,
          iba pensativo, estaba acompañado por “el Espantapájaros”, un guar-
          daespaldas y chofer improvisado. Eran perseguidos por dos automóvi-
          les, una camioneta Ford Ranger y una vagoneta Nissan color plomo.
          Euclides lo advirtió cuando desde el cuarto anillo enfiló por la avenida
          Cumavi, cruzaron la Cidob, la vagoneta intentó cerrarle el paso, pero
          la pericia de “el Espantapájaros” logró esquivar y de allí comenzó una
          carrera infernal, nadie respetaba el tráfico, hasta cuando llegaron a la
          entrada de la avenida Jenecherú.

           El capitán Bordenave, conductor de la Ford Ranger, experto en perse-
          cución, le cerró el paso y se bajaron dos hombres y comenzaron a dis-
          parar, el chofer fue alcanzado con una ráfaga que le desfiguró el rostro
          y cayó muerto, mientras Euclides bajó del automóvil y buscó refugio,
          gritó varias veces auxilio ¡me están matando! y allí le dispararon otra
          vez, luego los atacantes huyeron, entre ellos “Juan Sin Miedo”. Un ta-
          xista detuvo su motorizado y auxilió al diputado a quien reconoció in-
          mediatamente en esa noche lóbrega. Euclides tenía una herida en la
          pierna izquierda cerca a la rodilla, la herida comenzó a sangrar mientras
          el taxi en que viajaba no corría, volaba, hasta una clínica en la doble
          vía a Cotoca donde lo internaron inmediatamente.
          El proyectil raspó la rodilla izquierda y no era grave, pero el diputado
          de Arenal había perdido mucha sangre, debería guardar reposo una se-
          mana por lo menos. Eran aproximadamente las 20:30 horas, los canales
          de televisión alteraron su programación para informar del intento de
          magnicidio. Cruceña de Televisión mostró imágenes del diputado
          cuando llegaba herido a la clínica. La ciudad se conmocionó porque la
          violencia política llegaba a límites insospechados, la creencia popular
          clamaba por detener a como dé lugar la violencia, hubo plegarias y pe-
          didos a los organismos de seguridad del Estado para proteger al dipu-
          tado de Arenal y desenmascarar a los responsables de la patraña. Horas
          después, la Policía por su parte, hizo el levantamiento legal del cadáver
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