Page 317 - LIBRO SANTACRUZ
P. 317
La trágica noche de Santacruz 305
-¿Quién te dijo eso? Eso que mi hija llegó ayer…
-Segundo Chaparro, cuando ayer en la mañana estuve en “El Ras-
cacielo”, él la vio llegar, lo saludó y besó apasionadamente al can-
didato Santacruz… Ahora usted podrá arrepentirse, pero de nada
sirve, ya cumplió su despiadada misión, su hija es viuda y ya no
puede hacer nada para levantarlo de su tumba a su futuro yerno.
Todo se paga en la vida y usted lo pagará caro. Desde hoy su hija
es como su peor enemiga, debe estar sollozando aún y tal vez esté
maldiciéndolo. Su hija amaba a ese hombre y usted le destruyó su
destino. Ahora usted comprenderá que “Barbarroja” era un traidor.
Chaparro fue otro traidor.
Capablanca había confiado todo en Bordenave, pero increíblemente
él no le había mencionado del arribo de su hija, ni nunca llegará a
saber que “Barbarroja” contrató a Nicolás, Nicolacito y Nicolazón
para que maten a Euclides Santacruz la noche fatídica del crimen.
Lástima, pero Bordenave está muerto.
Alain Centurión se sintió traicionado, pero ya nada se podía hacer,
Bordenave estaba muerto, fue acribillado por Bailón Reilón. Capa-
blanca, por primera vez en su vida sintió un duro golpe en el cora-
zón, bebió de un solo trago el vaso de whisky, tuvo intenciones de
asistir al velatorio del candidato de Arenal, pedir perdón a todos,
besar a su hija, arrodillarse delante de todos y decirles a todos que lo
perdonen por todo, pero su orgullo fue más fuerte que su dolor como
padre. Fue la única vez en su vida que lloró amargamente su destino,
se sintió culpable de todo, se dejó llevar por su recalcitrante orgullo,
se arrepintió de haber tratado tan despectivamente al único novio de
su hija, a quien él decía adorarla. Ya no había vuelta que dar, imaginó
a su hija Alejandra recibiendo condolencias de su madre Adelaida,
de sus hermanos, de los dirigentes de la sigla Arenal, de los dirigentes
cívicos, de altas autoridades, de diputados y senadores nacionales,
menos de él. Se imaginó que una bandera tricolor adornaba el féretro