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Anexo 16

           Francisco. 1ª Jornada mundial de los pobres. 19 Noviembre, 2017
           No pensemos sólo en los pobres como los destinatarios de una buena obra de volunta-
           riado para hacer una vez a la semana, y menos aún de gestos improvisados de buena
           voluntad para tranquilizar la conciencia. Estas experiencias, aunque son válidas y útiles
           para sensibilizarnos acerca de las necesidades de muchos hermanos y de las injusticias
           que a menudo las provocan, deberían introducirnos a un verdadero encuentro con los
           pobres y dar lugar a un compartir que se convierta en un estilo de vida. En efecto, la
           oración,  el  camino  del  discipulado  y  la  conversión  encuentran  en  la  caridad,  que  se
           transforma en compartir, la prueba de su autenticidad evangélica. Y esta forma de vida
           produce alegría y serenidad espiritual, porque se toca con la mano la carne de Cristo. Si
           realmente  queremos  encontrar a  Cristo,  es  necesario  que  toquemos  su  cuerpo  en  el
           cuerpo llagado de los pobres, como confirmación de la comunión sacramental recibida
           en la Eucaristía. El Cuerpo de Cristo, partido en la sagrada liturgia, se deja encontrar por
           la caridad compartida en los rostros y en las personas de los hermanos y hermanas más
           débiles.  Son  siempre  actuales  las  palabras  del  santo  Obispo  Crisóstomo:  «Si  quieren
           honrar el cuerpo de Cristo, no lo desprecien cuando está desnudo; no honren al Cristo
           eucarístico  con  ornamentos de  seda,  mientras que  fuera  del  templo  descuidan a  ese
           otro Cristo que sufre por frío y desnudez».
           Estamos llamados, por lo tanto, a tender la mano a los pobres, a encontrarlos, a mirar-
           los a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de
           soledad. Su mano extendida hacia nosotros es también una llamada a salir de nuestras
           certezas y comodidades, y a reconocer el valor que tiene la pobreza en sí misma.

           “TÚ ERES EL CRISTO” – Catecismo de la Iglesia joven.
           Los sacramentos de la Iglesia
           En los evangelios encontramos varios signos de la presencia del Señor propuestos por él
           mismo:
             La comunidad de discípulos: “Donde dos o tres están unidos en mi nombre, allí estoy
              yo en medio de ellos” (Mt 18,20).
             El  amor  fraterno:  “Lo  que  hiciste  a uno de  estos,  mis  hermanos  pequeños,  me  lo
              hiciste a mí” (Mt 25, 40).
           2.2.1. Qué son los sacramentos En la Iglesia tenemos signos o señales de la presencia
           salvadora de Jesús, instituidos por él mismo: son los sacramentos. Los sacramentos son
           signos eficaces: transmiten realmente la gracia que anuncian.
           Los sacramentos de la Iglesia integran y purifican los signos y símbolos del universo y de
           la vida social.  Además, mientras dan cumplimiento a las profecías del Antiguo Testa-
           mento, los sacramentos actualizan la salvación de Jesús para nosotros hoy, y anticipan
           la plenitud de la vida cristiana que viviremos con Dios.
           Los sacramentos no son magia. Cada sacramento exige ser entendido y vivido en la fe.
           Los Sacramentos no sólo suponen la fe, sino que la expresan y la fortalecen.
           Los  ministros  de  los  sacramentos  (normalmente  el  sacerdote)  deben  llevar  una  vida
           ejemplar. Pero los sacramentos no son eficaces por la santidad de sus ministros, sino
           porque Cristo mismo actúa en ellos.


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