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Águila Blanca

           1639.  Cuando  el    Cordero  fue  inmolado,  los  nombres
           fueron puestos   en   el libro. Y ninguno conoce ese nombre,
           sino Él  mismo. Él es el que tiene el Libro en Su mano, y
           Él    sabe  cuando  haya  entrado  el    último,  entonces  Su
           tiempo de intercesión habrá cesado. [EL SEXTO SELLO de la
           Revelación de los Siete Sellos, página 368; párrafo 64. Predicado un
           día  sábado  por  la  noche,  23  marzo  de  1963,  en  el  Tabernáculo
           Branham, en Jeffersonville, Indiana, E.U.A.]

           1640.  Creo con todo mi corazón que
           ya  se  ha  pasado  el  tiempo  de  Su
           redención. Lo que usted crea de esto
           es  la  opinión  suya;  ésta  es  la  mía.
           Usted no tiene que aceptar mi opinión,
           pero  yo  creo  sinceramente  que  Su
           tiempo de redención se ha terminado
           y ha estado así por los últimos cinco o
           seis años. Recuerden que mi nombre
           está delante de esto, allí está. Eso es
           ASI DICE EL SEÑOR. ¿Lo ve usted?

           1641.  Pues  bien,  no  vaya  a  pasar  por  alto  este  día.
           Reconozcan   el día del tiempo de la tarde. Está aquí. Y
           está aquí para vindicar la venida de Cristo. Estamos en el
           fin. ¡Reconozca su día! Recuerdo la historia de un pequeño
           cockney (nombre dado a un nativo de Londres, Inglaterra).

           1642.  El era un hombre ordinario, y se dice que uno de los
           reyes  en  esos  días  pasados  tuvo  un  mensaje  urgente  para
           enviar con relación al enemigo.  El Rey vio a este hombrecito
           parado allí  y le dijo: ―Mira, lleva este mensaje a tal y cual
           lugar  y  ordena  que  tal  y  cual  cosa  sean  hechas.  Toma  mi
           cetro en tu mano y te vindicará que has sido enviado por mí.‖

           1643.  Así que el pequeño Cockney lo metió bajo su manto y
           se  fue.  Los  guardias  por  donde  quiera  procuraban  pararle,
           pero él  proclamaba: ―Tengo el mensaje del Rey. Apártense.
           Soy el mensajero del Rey.‖ ¡La Palabra vindicada!
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