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El cristiano fingido
                                  El cristiano fingido
            4                Hechos 8:5-25; El conflicto de los siglos, p. 570; Lecciones prácticas del gran Maestro, p. 229.



                Lección







         J J  avier y Rosita capturaron una oruga y la pusieron  samente el mensaje que Felipe les había


            en un frasco grande. Rosita introdujo una varita
                                                             sido bautizados. También habían visto los mila-
        para que la oruga se trepara en ella.                predicado. Habían escuchado, creído y habían
            Cada día Javier y Rosita le traían hojas para que se  gros que se hacían en el nombre de Jesús.
        alimentara. Un día vieron cómo se envolvía la oruga  Muchos malos espíritus habían salido de las per-
        en hilos de seda. Después de un tiempo estaba toda   sonas y muchas personas débiles y enfermas
        cubierta y colgando de la varita. Su mamá les dijo que  habían sido sanadas. De hecho, habría sido difícil
        ahora la oruga era una crisálida. Después de muchos  encontrar a un enfermo en toda la ciudad. De ver-
        días Javier y Rosita vieron algo muy especial. La crisáli-  dad, todo era diferente. La gente tenía ahora
        da se abrió y salió una bella mariposa. ¡Cómo había  esperanza, gozo y una razón para vivir.
        cambiado esa oruga tan ordinaria!                       De pronto Felipe vio acercarse a Simón. Simón
            Nuestra historia de hoy habla acerca de algunas  había vivido en la ciudad desde hacía mucho
        personas que cambiaron, pero un hombre en nuestra    tiempo. Había sido mago y había asombrado a la
        historia no cambió.                                  gente de Samaria con su magia. La gente lo

               elipe respiró
            F F hondamente el
        aire fresco de la
        mañana. ¡Qué bueno
        era estar vivo! ¡Era
        muy bueno trabajar
        para el Señor! Miró a
        su alrededor. Los
        comerciantes esta-
        ban acomodando su
        mercancía en el
        mercado. Pronto las
        mujeres vendrían a
        hacer sus compras
        del día.
            Los hombres y
        mujeres le sonreían
        a Felipe y lo saluda-
        ban al pasar. Él les
        sonreía también. La
        ciudad era ahora un
        lugar diferente. La gente
        había escuchado cuidado-



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