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No estamos solos el Padre nos ama
Entre los rasgos de nuestro mundo actual está la creciente
48 ausencia de los padres, especialmente del papá. Muchas
situaciones sociales están promoviendo este cambio, entre los
Unidad 1 que se pueden citar los siguientes:
Desde lo estrictamente biológico
Un creciente número de niños y niñas se pregunta quién
puede ser su padre. Esto porque algunos países permiten que
los hombres sean donantes anónimos de esperma para los
programas de fecundación in vitro (FIV), privando así a los niños
de saber quién es en realidad su padre.
Muchos niños y niñas están siendo concebidos por medio del
esperma de donantes desconocidos, cuando las madres parecen
no lograr tener una familia de otra forma. Pero el debate sobre la
FIV tiende a centrarse en los adultos, con simpatía hacia quienes
intentan tener hijos. Sin embargo, muchos de estos niños sufren
problemas emocionales, pues, entre otras cosas, sólo un 30% de
ellos llegan a conocer la identidad de su progenitor.
No conocer al propio padre supone bastantes problemas. La
mayoría de los hijos que están buscando a sus padres al menos
crecieron en una familia con un padre presente, aunque no fuera
su padre biológico. Sin embargo, cada vez hay más presión
sobre los países “desarrollados” para que, legalmente, se permita
la utilización de la FIV en mujeres jóvenes solteras, parejas de
lesbianas y mujeres en torno a los 60 años, todas sin una pareja
masculina.
Desde lo social
En muchos ámbitos de Occidente, la identidad del varón actual
se resquebraja o, por lo menos, está en revisión. Debido al
cambio en la noción de autoridad, a las consecuencias del
movimiento feminista, a una nueva visión de la sexualidad y a
significativos cambios legislativos, entre otras razones, el varón
se muestra inseguro acerca de su papel individual y se pregunta:
¿qué significa ser varón, qué es lo propio y característico de
la masculinidad? ¿La fuerza y la rudeza, la agresividad y la
competencia? Estas cualidades parecen, en principio, rasgos
decididamente masculinos, pero la cultura de hoy los ve como
políticamente incorrectos y, por eso, no pueden ser esgrimidas
como valores de referencia. Y tampoco es posible acudir a la
inteligencia o a la capacidad de gestión, o incluso a la autoridad,
porque el siglo XX se encargó de dejar claro que estos rasgos no
son exclusivamente masculinos.
Esta crisis personal se transforma, a su vez e inevitablemente,
en una crisis funcional. Y uno de los rasgos que resultan más
afectados es el de la paternidad, la razón de ser del varón y
su misión como padre de familia. Así, la figura del padre se
desdibuja socialmente, contribuyendo a que las personas se
sientan cada vez más solas y perdidas.