Page 7 - Edición 750 de El Directorio
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Sí. Dijo que nada había pasado. Y que juraba por la vida de su esposa y de sus hijos, que era su carta para evitar la cárcel, una carta que usaba mucho.
¿En algún momento se te cruzó por la mente que quizás él estaba diciendo la verdad?
No. No después de ver a la chica como yo acababa de verla. Además, después de 4 años trabajando con Harvey, lo conocía bien. Sabía cuándo estaba di- ciendo la verdad y cuándo no. En el momento en que se levantó de la mesa supe que algo malo había suce- dido, porque él no habría abandonado esa mesa a petición mía.
¿Luego qué hiciste?
Regresamos a Reino Unido y hablé con mi jefa en las oficinas de Mira- max. En ese momento, solo estába- mos ella y yo. Ella sugirió que me consiguiera un abogado. Así que las dos renunciamos a la empresa, di- ciendo que nos sentíamos despedidas de hecho por su comportamiento. Y que tendría noticias de nuestros abo- gados.
¿Te buscaste un abogado?
Sí. A esa altura pensé que íbamos a terminar en un proceso penal, que sería llevado a tribunales y sería casti- gado por lo que había hecho.
¿Estabas preparada para llegar tan lejos, para hacer que lo encarcelaran?
Creía que era el único camino posible. O sea, era el único camino en lo que a mí respecta.
¿Y entonces qué pasó?
Los abogados dejaron muy claro que no teníamos muchas opciones. Como no habíamos ido a la policía cuando estábamos en Venecia, no teníamos pruebas físicas, entonces al final sería la palabra de dos mujeres menores de 25 años de edad contra Harvey Weins- tein, Miramax Films y esencialmente, The Disney Company. Porque ingenua- mente creía que, si íbamos a Disney, se horrorizarían y despedirían a Har- vey o, ya sabes, que nos ayudarían con los procedimientos.
Pero los abogados dejaron muy en
claro que el mundo no funcionaba así.
En ese punto, entonces, estabas lista para derribarlo. Básicamente tomaste la única opción que pensaste que te- nías y te encontraste con puertas que se cerraban en tu cara. ¿Es así?
Sí, sí. Sé que suena raro, pero para mí ese es el momento en que empezó el trauma y abuso para mí. Yo podía li- diar con Harvey. Era un hombre desa- gradable y difícil, pero tenía formas de tratarlo.
Con lo que no podía lidiar era con el sistema legal. Básicamente fui con los padres a decirles que alguien había hecho algo malo y, al parecer, no había nada que se pudiera hacer. Eso fue muy impactante y aterrador: des- cubrir que la ley no podía ayudarme.
En retrospectiva, no fue algo tan sim- ple. Mis abogados me aconsejaron lo que creyeron era lo mejor. Sin em- bargo, si hubiésemos ido a la policía, en verdad no sé lo que habría pasado. No sé si hubiésemos llegado a algún lado.
Y a los 23 años, cuando te enfrentas con que el consejo de tu propio equipo legal es que te calles... (Te dicen que) serás arrastrado por los tri- bunales para atrás, para adelante y para los lados. Lo mismo pasará con tu familia, con tus amigos y cualquier persona que sepa algo sobre ti. (Te dicen que) no tienes posibilidad al- guna, que serás destruido. Es bastante difícil saber a dónde ir.
Al mirar hacia atrás, ¿piensas que te aconsejaron mal o crees que te prote- gieron lo mejor que pudieron de una máquina que iba atropellarte?
La verdad es que no lo sé.
Terminaste firmando un acuerdo de confidencialidad. ¿Cómo llegaste hasta ahí?
Esto es muy difícil, porque los aboga- dos presentaron el acuerdo de confi- dencialidad como nuestra única opción. Para mí lo único que estaba claro es que teníamos que encontrar la manera de detener el comporta- miento de Harvey y que no quería di- nero. Pero en ese momento se me informó que la única forma que tenía- mos de sentarnos a la mesa con Mira-
max era haciendo una solicitud mone- taria.
Fue un acuerdo muy intenso en térmi- nos de secretismo. No se me permitió hablar con nadie, ni siquiera acerca de mis años trabajando en Miramax. No podía hablar con un terapeuta sin que ellos le hicieran firmar un acuerdo de confidencialidad antes. No se me per- mitió hablar con mi contador con res- pecto al dinero que había recibido.
¿Por cuánto acordaron?
Fueron 125.000 libras (unos US$167.000). Para ese entonces ya me había dado cuenta que esta era mi única arma, el único mecanismo para intentar prevenir el comportamiento de Harvey. Tenía que crear un acuerdo que fuera vinculante para él y que fuera difícil para él romperlo, tanto como lo iba a ser para mí.
Y la única forma en que podía aceptar el hecho de que el dinero iba a tener que cambiar de dueño, era que iba a tener que hacer muchísimo por ese dinero.
¿Qué le pediste que hiciera?
Bueno, en un principio había una can- tidad de obligaciones, pero tuvimos que conceder algunas durante las ne- gociaciones. Una de las más importan- tes y que se mantuvo fue que él tenía que ir a terapia por su comporta- miento. Además, yo tenía que estar presente durante su primera sesión de terapia porque estaba muy preocu- pada de que no le diría al terapeuta la razón por la que estaba allí.
De nuevo, es importante recordar que se trata de un hombre capaz de mani- pular a todo el mundo y yo era muy consciente de ello. Mi idea era hin- carle el diente a cada cláusula que pu- diera, por más pequeña que fuera.
¿Fuiste a la sesión de terapia con él?
Eso nunca pasó. No sé si fue a terapia o no. Hice presión para que asistiera, pero su equipo legal siempre lo pos- tergaba. Y después de todo este pro- ceso, estaba bastante quebrada. Estaba quebrada y exhausta y desilu- sionada. Y no tenía energía para se- guir peleando. Además, no era mi obligación hacer un seguimiento de su obligación.
Internacional
En ese entonces uno pensaba que Mi- ramax Films estaba haciendo todo su esfuerzo para lograr que dichas obliga- ciones se cumplieran. Pero no lo hicie- ron.
Tu carrera se terminó en ese mo- mento.
Prácticamente sí.
¿A qué te dedicaste?
Terminé mudándome a Centroamérica a entrenar caballos. Pasé un tiempo intentando trabajar de nuevo en Lon- dres y la experiencia fue muy poco agradable, porque mi reputación era sospechosa. Y cuando has pasado un mes de tu vida peleando con cada gramo de tu fuerza para que se cum- plan las leyes y para detener a un de- predador, tener que enfrentar ese tipo de ambientes era muy, muy difícil, re- almente no podía, no podía permane- cer en la industria en ese momento.
Ahora se hace llamar adicto al sexo. ¿Crees que esa es la raíz del asunto?
No. No creo que sea adicto al sexo. Él es adicto al poder. Todo lo que hacía, todo lo que lo movía era el deseo de dominar, tanto a hombres como a mu- jeres. Invertía una enorme cantidad de energía en humillar a los hombres y una enorme cantidad de energía en someter a las mujeres. Y hacer que los hombres también se sometieran. Eso era lo que lo impulsaba: su gran nece- sidad de poder.
Línea
La BBC solicitó a Weinstein una res- puesta por las acusaciones. Sus aboga- dos dijeron que el productor de Hollywood negaba categóricamente haber participado en cualquier con- ducta no consentida o en presuntos comportamientos amenazantes.
Miramax, por su parte, no tenía co- mentarios para hacer.
A su vez, los abogados que represen- taban a Zelda Perkins en el momento en que se firmó la acuerdo de no con- fidencialidad dijeron que era inapro- piado que comentaran, dados los términos de dicho contrato.
Edición 750 Del 22 al 28 de Diciembre del 2017
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