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EXPERIENCIA INICIAL Conecta T Ahora mi madre está serena. Siento su ternura muy
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i vida está llena de dulces momentos que sua-
vemente fluyen por mi existencia. Sin embargo,
hay algo en mi interior que me fuerza a buscar
siempre, a mi lado, pase lo que pase. Me mira y deja
y buscar. ¿Cuál es la última Verdad? ¿Acaso
el recuerdo de su mirada tras de sí. Un vaivén de sen-
existe? ¿O toda la vida es un absurdo sin sen- profundamente, la percibo cercana, callada y, como
timientos y de emociones se agolpa en mi interior. ¡Es
tido? tanto el sufrimiento de una madre!
Cuando mi madre, Mónica, ve mi lucha interior, llora Al final, poco antes de su muerte, mi madre puede
en silencio. No sé si soy buen hijo, pero no puedo se- descansar aliviada porque yo, su hijo, he encontrado
guir sin más lo que ella me ha enseñado. Quiero saber, el Camino que lleva a la Vida.
quiero conocer. Busco la Verdad y con ella dar sentido
Anhelo dedicar mi vida al estudio y la contemplación
a mi existencia. Los filósofos me hablan de saberes
de este Dios hecho hombre. Me animan a ser sacer-
que se fundamentan en la razón. ¿Acaso no nos dio
dote y hasta me ordenan obispo. Ahora he de ejercer
Dios una mente con la que pensar y razonar? ¿Por
mi apostolado en Hipona, donde deseo expandir mis
qué he de dejar toda mi vida a la voluntad divina, sin
vivencias. ¡Que nadie a mi alrededor se quede sin po-
ni tan siquiera hacer el esfuerzo de comprenderme a
der conocer mi hallazgo!
mí mismo?
Sé que quizás muchos decidirán emprender su propio
Platón nos hablaba de la existencia de un demiurgo
camino de búsqueda incesante, pero yo, Agustín, na-
creador del mundo. Plotino nos mostró que la realidad
cido en Tagaste (Numidia), ciudad del Imperio, pro-
última del universo es lo Uno, lo perfecto, lo incognos-
clamo a los cuatro vientos la fuerza que el encuentro
cible e infinito. Aparentemente, como el Dios en quien
con Cristo ha inferido a mi vida. Mi búsqueda tal vez
cree mi madre, pero en el fondo subsiste la duda: ¿será
ha concluido, pero no la fuerza del Amor que la había
así, como dicen los filósofos griegos?
engendrado.
El sabio Mani, en Persia, enseñaba que la dualidad
es la fuente de toda realidad. Sus seguidores, los ma-
niqueos, afirman que la lucha entre el Bien y Mal asola
nuestro mundo. Eso dicen, pero... no sé si existen
más respuestas.
El afán de encontrar una forma de unir fe y pensa-
miento racional me impulsa ahora a partir hacia Oc-
cidente, con la intención de consultar a sus sabios.
Me desplazo hasta Roma. Mi madre sigue mis pasos
hasta la capital del Imperio. Yo no quiero hacerla sufrir
más, pero no tengo alternativa. Debo seguir mi bús-
queda.
Leo al maestro Cicerón y descubro que la duda em-
barga toda su existencia, como me pasa a mí. ¡Quizás
no haya respuesta y el escepticismo sea la única ver-
dad posible!
Continúo el viaje hasta Milán. Un nuevo horizonte en
mi existencia y en mi afán de búsqueda, que no cesa.
Quiero hablar con el arzobispo Ambrosio, un hombre
de gran influencia entre filósofos y pensadores.
A medida que conversamos, descubro en la lejanía
una nueva luz que ilumina mi vida. Poco a poco, este
haz de luz, que es Cristo, se convierte en una resplan-
deciente claridad que envuelve toda mi vida. ¡Mi es-
fuerzo de búsqueda no ha sido en vano!
OM