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EXPERIENCIA INICIAL Conecta T pçó=bÇáíÜ=píÉáå=
y que el camino de la conversión estaría sembrado de
sta noche pasada, la Gestapo me ha sacado
del convento, junto con mi querida hermana
sufrimientos, como los que ahora tengo que soportar.
Rosa, y me han trasladado hasta este campo
El bautismo me ha insertado en el Cuerpo Místico de
de concentración. Me han dicho que, dentro
Cristo como católica y, lejos de robarme mi identidad
de poco, nos llevarán a Auschwitz.
como judía, Jesucristo da sentido a toda mi fe y mi
Veo que estamos llamadas a sufrir con Cristo y, por lo vida anterior.
tanto, a colaborar en su obra de redención. Si estamos Pero mi deseo fue, desde el principio, ingresar en un
unidas al Señor, entonces somos miembros del Cuerpo monasterio carmelita. Dos hitos marcaban este camino:
Místico de Cristo. Todo sufrimiento llevado en unión la vida de santa Teresa de Jesús y la Cruz de Cristo.
con el Señor es un sufrimiento que da fruto, porque Por eso cambié mi nombre por el de Teresa Benedicta
forma parte de la gran obra de redención.
de la Cruz, porque abrazar la vida religiosa no tiene
En estos momentos de calamidad, cuando el mundo otra finalidad que la entrega generosa de mi persona
vuelve a estar inmerso en una guerra despiadada, es en la Cruz, en unión con el Crucificado, para el bien
tiempo de hacer memoria de la historia de salvación de las almas.
que Dios ha trenzado conmigo.
Miro la cruz que me han dejado los guardias. Si estoy
Soy judía de nacimiento. Mis padres me educaron en unida a Cristo, es mi sangre y su sangre preciosa las
el judaísmo pero mi afán de conocer al ser humano y que se derraman. Unida a Él, con la fuerza de la Cruz,
su misterio me condujo al racionalismo y, de ahí, al puedo estar en todos los lugares de aflicción.
ateísmo. ¡Y sin embargo Dios estaba conmigo, aunque
Hace unos días escribí a la madre superiora: «Querida
yo no lo supiera! Por eso puso en mi corazón el deseo
madre: permítame ofrecerme en holocausto al Corazón
de servir a los más débiles y me alisté como enfermera
de Jesús para pedir la verdadera paz». Veo que el
de la Cruz Roja en la guerra anterior. Recuerdo que
Señor me ha escuchado y me permite asociarme a su
me dije a mí misma: «Ahora mi vida no me pertenece.
Pasión. ¡Bendito sea!
Todas mis energías están al servicio del gran aconte-
cimiento. Cuando termine la guerra, si es que vivo to-
davía, podré pensar de nuevo en mis asuntos perso-
nales. Si los que están en las trincheras tienen que
sufrir calamidades, ¿por qué he de ser yo una privile-
giada?»
Pese a mis esfuerzos, no logré encontrar respuestas
a mis preguntas. Pero Dios me estaba esperando, aga-
zapado entre los libros de mi amiga Edwig.
¡Qué sorpresa! Fui a visitarla pensando en consolarla
ante la muerte de su marido y me encontré con una
mujer llena de paz y esperanza y con una gran fe en
Dios.
Pero ¿de qué Dios me hablaba? Yo no lo conocía hasta
que Edwig puso en mis manos la biografía de santa
Teresa de Jesús. Cuando terminé de leer su experiencia
mística, una voz resonó en mi interior: «Esta es la ver-
dad».
Comuniqué a mi madre la decisión de hacerme católica
y, como buena judía, no pudo aceptarlo. El día que salí
de mi casa, en Wroclaw, para dirigirme a una iglesia y
ser bautizada, mi madre no salió a la ventana a des-
pedirme. ¡Era la primera vez que no lo hacía! Ese día
supe que abrazar la fe suponía abrazar la cruz de Cristo
UM UM