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Me dijo: “Hijito, Dios te ama. Él conoce ya estos pecados
que me has confesado y aun los que hubieras podido haber
olvidado. Él ahora te perdona porque eres su hijo, porque estás
arrepentido y porque te ama infinitamente, tanto que envió a
A,B,C su Hijo Jesucristo a dar su vida por ti. En adelante esfuérzate
Penitencia para ir corrigiendo estas cosas que no están bien. Lo lograrás si
te dejas transformar interiormente por la gracia de Dios. Te dejo
Consiste en esta penitencia, para que vayas reparando los daños provocados
arrepentirse de con tus faltas.
los pecados que Enseguida puso su mano derecha sobre mi cabeza y elevó
se han cometi- una oración cuyas palabras finales decían: “Yo te absuelvo de tus
do, confesarlo pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Y agregó, dándome la mano: “Vete en paz, hijito, y experimenta
a un sacerdote en tu corazón la alegría del perdón de Dios”. Me sentí feliz. Mi
para obtener alegría era diferente a los momentos de felicidad que había
la absolución experimentado en otras ocasiones, como cuando mis papás me
y tener el pro- regalaban un juguete. No. Ahora era algo distinto, era una paz
interior que no sabría describir, me sentía más amigo de Dios,
pósito de no sentía que Jesús me sonreía por dentro.
volver a actuar Salí del confesionario, me arrodillé devotamente y recé
mal en adelan- agradeciendo a Dios por haberme perdonado. Dos días después,
te. apenas vi en el colegio a aquel compañero de quinto grado,
me acerqué a él y le pedí disculpas, dándole mi mano. Ambos
nos perdonamos y así di por concluido aquel primer proceso de
reconciliación con Dios y con la Iglesia.
Ya concluía el momento de confesiones, todos, menos uno,
nos habíamos confesado muy devotamente. ¿Quién faltaba?
Increíblemente faltaba mi amigo Déreck, quien sentado en una
esquina lloraba y tenía el rostro sonrojado. No me acerqué,
El confesio- pensando que lloraba por algún remordimiento de conciencia.
nario o con- El padre Juan salió del confesionario y se le acercó preocupado:
fesorio es una ¿Qué te sucede Déreck? ¿Te sientes mal de salud?
No, padre, dijo mientras se enjugaba las lágrimas. Lo que
cabina gene- ocurre es que escribí mis pecados en un papel y agregué
ralmente de también mi nombre. Es una lista grande. Cuando me tocaba
madera, que confesarme no acudí, porque descubrí que el papel lo había
hay en las perdido. Lo he buscado y no lo encuentro. Seguro alguien lo
iglesias, den- recogió y ya se enteró de todos mis pecados.
El padre Juan lo miró fijamente, casi
tro de la cual sin inmutarse. Metió la mano en el bolsillo
se coloca el de su pantalón y sacó un papel escrito por
sacerdotepara ambas caras. Le preguntó:
confesar a los ¿Es éste el papel que has perdido?
fieles. ¡Sí, padre, sí!, respondió Déreck con
los ojos bien abiertos y una sonrisa en los
labios. Qué bueno que lo encontró Usted.
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