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Juzgar
Pasada la organización inicial, Miranda
preguntó:
– Profesor, ¿quiénes son los santos?
– Una maestra llevó a sus alumnos a
conocer la catedral de la ciudad. Les ex-
plicó con atención cada detalle: pinturas,
estatuas, vitrales, objetos sagrados. Al
terminar la visita les preguntó: “Enton-
ces, ¿quiénes son los santos?”. Uno de Para ser
ellos le respondió: “Los santos son aque- santos no
llos que dejan traspasar la luz”. El niño se es necesario
había fijado en las imágenes de los san-
tos pintadas en los vitrales, por donde ser obispos,
penetraba la luz del sol. Efectivamente, sacerdotes,
mis queridos alumnos, un santo es una religiosas o
persona normal, como tú y como yo, pero
por su modo de vivir refleja algo nuevo, religiosos.
superior y distinto. Refleja al Señor. El Muchas veces
contacto con ellos es pura transparencia
de Cristo en su voz, en su sonrisa, en su gesto y en toda su persona. tenemos la
– Yo nunca podría ser santa – dijo Rebeca – porque nunca tentación de
podría hacer milagros como los han hecho ellos. pensar que la
– Y yo tampoco, aseveró Luciana.
– Vamos despacio – dijo el profesor. ¿Quién ha dicho que para santidad está
ser santos hay que hacer milagros? Les explico brevemente. El día reservada
en que fuimos bautizados Cristo ya nos santificó. Pero cada día
debemos crecer en santidad, hasta llegar bien arriba, a la estatura solo a quie-
espiritual de Cristo, como dice san Pablo (Ef. 4, 13). Los santos de nes tienen la
altar, a quienes veneramos, son los que han crecido bien arriba posibilidad de
en santidad, han crecido tanto, que se parecen mucho al Señor.
En el fondo, ellos descubrieron que Dios los amaba y supieron tomar dis-
responder a ese amor, amando a Dios por encima de todo. Esto tancia de las
no lo lograron con su solo esfuerzo, ellos dejaron que la gracia ocupaciones
de Dios actuara en sus corazones. Y la gracia de Dios transforma.
– Profesor – interrumpió Miranda – recuerdo que un día ordinarias,
trabajábamos mezclando colores y el profesor César Piscoya nos para dedicar
explicó algo parecido. Nos dijo que si dejamos que Jesús penetre
en el propio corazón también nosotros nos transformamos para mucho tiempo
bien, ya no somos los mismos, porque todo cambia en nosotros. a la oración.
Si Jesús está en el corazón dejamos de mentir, dejamos de
pelear, dejamos de envidiarnos los unos a los otros, dejamos
de vengarnos y de hacer todo tipo de maldad. Sin duda, ahora
comprendo mejor, esto es crecer en santidad.
– Así es, Miranda, haz dicho lo correcto, comentó el profesor.
continúa
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