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Jacques Maritain (1882-1973)
A los veinticuatro años de edad se convirtió al catolicismo, pues en
su infancia y juventud no era una persona creyente. Sus escritos re-
flejan el entusiasmo y la vehemencia del converso.
Dedicó gran parte de su tiempo al estudio y la difusión de la filosofía
política. Se opone a muchas propuestas de las ideologías progre-
sistas de su tiempo, como la sociedad laica, porque prescinde de
Dios.
También critica muchos elementos del liberalismo moderno, como
el egoísmo a escala personal y social, el rechazo de Dios, la indi-
ferencia religiosa y la degradación de las personas, ya que estas
propuestas niegan o deforman algunos aspectos importantes del
ideal de vida cristiana.
En su doctrina, Maritain nos presenta un modelo determinado de
persona:
Afirma que el concepto de persona sólo puede entenderse plena-
mente si se acepta que:
— Ha sido creada por Dios a su imagen y semejanza.
— Puede desarrollar todas sus posibilidades de manera plena si
sigue el modelo de vida cristiano.
En su exposición remarca la dimensión material de la persona, ya
que es un tema que le preocupa especialmente a la hora de elaborar
su teoría sociopolítica. No obstante, debemos reconocer que concede
una clara primacía a la dimensión espiritual.
Maritain también propone un modelo ideal de sociedad basado en su noción de persona. Esta propuesta recibe el nombre de
humanismo integral, y consiste en construir una sociedad igualitaria y fraterna con unas características esenciales:
— Fundamentada en los valores cristianos, como el amor a Dios y al prójimo, la libertad, la justicia, la igualdad...
— Con una finalidad común o última, que consiste en cumplir la voluntad de Dios.
— Basada en la ley natural, que es reflejo de la ley divina.
En estos textos puedes apreciar cómo Maritain valora a la persona
al explicar su finalidad última.
El cristiano sabe que hay un orden sobrenatural y que la finalidad última
(la finalidad última absoluta) de la persona humana es Dios, el cual hace
participar al hombre de su propia vida personal y de su bienaventuranza
eterna. La disposición directa de la persona humana hacia Dios trasciende
cualquier bien común creado, tanto el de la sociedad política como el
bien común intrínseco del universo.
J. Maritain, El hombre y el Estado.
El privilegio inherente a la dignidad humana es inalienable, y la vida hu-
mana posee derechos sacratísimos. Es un crimen hacer morir a un ino-
cente para librar a la sociedad de bocas inútiles, o por razones de Estado.
Es un crimen exponer a la muerte a un prisionero para experimentar en
su cuerpo ciertas drogas que quizás salvarían a miles de enfermos.
J. Maritain, El hombre y el Estado.
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