Page 60 - El niño con el pijama de rayas
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11. El Furias
        Unos meses atrás, cuando Padre recibió el uniforme nuevo que significaba
      que todos debían llamarlo « comandante»  y poco antes de que Bruno llegara a
      casa y encontrara a María haciendo las maletas, una noche Padre llegó a casa
      muy emocionado, lo cual era muy raro en él, y entró en el salón donde Madre,
      Bruno y Gretel estaban sentados leyendo sus libros.
        —El jueves por la noche —anunció—. Si teníamos algún plan para el jueves
      por la noche, ya puedes cancelarlo.
        —Tú  puedes  cambiar  tus  planes  si  quieres  —dijo  Madre—,  pero  yo  he
      quedado para ir al teatro con…
        —El  Furias  quiere  hablar  de  un  asunto  conmigo  —dijo  Padre,  que  era  el
      único autorizado para interrumpir a Madre—. Acabo de recibir una llamada esta
      tarde. Sólo le va bien el jueves por la noche y vendrá a cenar.
        Madre abrió mucho los ojos y sus labios formaron una O. Bruno se quedó
      mirándola  y  se  preguntó  si  aquélla  era  la  cara  que  ponía  él  cuando  algo  lo
      sorprendía.
        —No lo dirás en serio —dijo Madre, palideciendo ligeramente—. ¿Va a venir
      aquí? ¿A nuestra casa?
        Padre asintió con la cabeza.
        —A las siete en punto —confirmó—. Así que será mejor que preparemos una
      cena especial.
        —¡Cielos!  —exclamó  Madre  mirando  de  un  lado  a  otro  y  empezando  a
      pensar en todo lo que había que hacer.
        —¿Quién es el Furias? —preguntó Bruno.
        —Lo pronuncias mal —dijo Padre, y lo pronunció correctamente.
        —El  Furias  —volvió  a  decir  Bruno,  intentando  pronunciar  bien,  aunque  sin
      conseguirlo.
        —No —dijo Padre—. El… ¡Bueno, es igual!
        —Pero ¿quién es? —insistió Bruno.
        Padre lo miró atónito y dijo:
        —Sabes muy bien quién es el Furias.
        —No —dijo Bruno.
        —Dirige el país, idiota —terció Gretel con altanería, como suelen hacer las
      hermanas.  (Eran  cosas  como  aquélla  las  que  la  convertían  en  una  tonta  de
      remate)—. ¿Es que no lees el periódico?
        —No llames idiota a tu hermano, por favor —intervino Madre.
        —¿Puedo llamarlo estúpido?
        —¡Gretel!
        La niña se sentó, disgustada, pero de todas formas le sacó la lengua a Bruno.
        —¿Va a venir solo? —preguntó Madre.
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