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Después sucedió algo curioso, pareció arrepentirse de lo que había dicho porque

                    se volvió bruscamente y echó casi a correr. Al cabo de un instante de sorpresa corrí
                    tras ella, hasta que comprendí lo ridículo de la escena; miré entonces a todos lados y

                    seguí caminando con paso rápido pero normal. Esta decisión fue determinada por
                    dos reflexiones: primero, que era grotesco que un hombre conocido corriera por la
                    calle detrás de una muchacha; segundo,  que no era necesario. Esto último era lo

                    esencial, podría verla en cualquier momento, a la entrada o a la salida de la oficina.
                    ¿A qué correr  como  loco? Lo  importante, lo verdaderamente  importante, era que

                    recordaba la escena de la  ventana: "La recordaba constantemente." Estaba
                    contento, me hallaba capaz de grandes cosas y solamente me reprochaba el haber

                    perdido el control al pie del ascensor y ahora, otra vez, al correr como un loco detrás
                    de ella, cuando era evidente que podría verla en cualquier momento en la oficina.











                                                            VII





                    "¿EN LA OFICINA?", me pregunté de pronto en voz alta, casi a gritos, sintiendo que

                    las piernas se me aflojaban de nuevo. ¿Y quién me había dicho que trabajaba en
                    esa oficina? ¿Acaso sólo entra en una oficina la gente que trabaja allí? La idea de
                    perderla por varios meses más, o quizá para siempre, me produjo un vértigo y ya

                    sin reflexionar sobre  las conveniencias  corrí  como un desesperado; pronto me
                    encontré en la puerta de la Compañía T. y ella no se veía por ningún lado. ¿Habría

                    tomado ya el ascensor? Pensé interrogar al ascensorista, pero ¿cómo preguntarle?
                    Podían haber subido ya muchas mujeres y tendría  entonces que especificar
                    detalles: ¿qué pensaría el ascensorista ? Caminé un rato por la vereda, indeciso.

                    Luego crucé a la otra vereda y examiné el frente del edificio, no comprendo por qué.
                    ¿Quizá con la vaga esperanza de ver asomarse a la muchacha por una ventana?.




                                                                                      Ernesto Sábato  19
                                                                                              El tunel
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