Page 29 - Frankenstein
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por los quehaceres de los demás. Me ha hecho mu-
   chas preguntas respecto a mis propósitos y yo le he
   contado mi pequeña historia con toda sinceridad.
   Pareció alegrarle mi franqueza, y me sugirió varios
   cambios en mis planes, que encontraré sumamente
   útiles.  No  hay  pedantería  en  su  ademán,  sino  que
   más bien todo lo que hace parece brotar tan sólo del
   interés que instintivamente siente por el bienestar de
   todos los que lo rodean. A menudo le invade la tris-
   teza y entonces se sienta sólo e intenta superar todo
   lo que de hosco y antisocial hay en su humor. Estos
   paroxismos pasan, como una nube por delante del
   sol, si bien su abatimiento nunca le abandona. Me he
   esforzado por granjearme su confianza y espero
   haber tenido éxito. Un día le mencioné mi eterno
   deseo de encontrar un amigo que pudiera simpatizar
   conmigo y orientarme con su consejo. Le dije que no
   pertenecía a la clase de hombres a quienes un consejo
   puede ofender.
     ––Soy autodidacta, y quizá no confíe demasiado en
   mi propia capacidad. Por tanto, desearía que mi
   amigo fuera más sabio y avezado que yo, para afian-
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