Page 386 - Frankenstein
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Había comenzado el juramento en tono so-
   lemne, y con un fervor, que me hizo pensar que
   los espíritus de mis familiares asesinados escu-
   chaban y aprobaban mi devoción; pero así que
   concluí, las Furias se apoderaron de mí, y la ira
   ahogaba mis palabras.
     Desde la profunda quietud de la noche, me
   llegó entonces una estruendosa y diabólica car-
   cajada. Resonó en mis oídos larga y dolorosa-
   mente; los montes me devolvieron su eco, y
   sentí que el infierno me rodeaba burlándose y
   riéndose de mí. En aquel momento, de no ser
   porque aquello significaba que mi juramento
   había sido escuchado y que me aguardaba la
   venganza, me hubiera dejado dominar por el
   frenesí y hubiera acabado con mi existencia
   miserable. La carcajada se fue extinguiendo, y
   una  voz,  familiar  y  aborrecida,  me  susurró  con
   claridad, cerca del oído:
     ––¡Estoy satisfecho, miserable criatura! Has
   decidido vivir, y eso me satisface.
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