Page 114 - Vuelta al mundo en 80 dias
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Los viajeros habían salido de la estación de Oakland a las seis de la tarde. Ya era de noche,
noche fría, sombría, con el cielo encapotado, cuyas nubes amagaban resolverse en nieve. El
tren no andaba con mucha rapidez. Teniendo en cuenta las paradas, no recorría más de
veinte millas por hora, velocidad que, sin embargo, permitía atravesar los estados Unidos
en el tiempo reglamentario.
Se hablaba poco en el vagón, y, por otra parte, el sueño iba a apoderarse pronto de los
viajeros. Picaporte se encontraba colocado cerca del inspector de policía, pero no le
hablaba. Desde los últimos acontecimientos, sus relaciones se habían enfriado
notablemente. Ya no había simpatía ni intimidad. Fix no había cambiado nada de su modo
de ser; pero Picaporte, por el contra-rio, estaba muy reservado y dispuesto a estrangular a
su antiguo amigo, a la menor sospecha.
Una hora después de la salida del tren, comenzó a caer nieve, que no podía,
afortunadamente, entorpecer la marcha del tren. Por las ventanillas ya no se veía más que
una inmensa alfombra blanca, sobre la cual, desarrollando sus espirales, se destacaba el
ceniciento vapor de la locomotora.
A las ocho, un camarero entró en el vagón y anun-ció a los pasajeros que había llegado la
hora de acos-tarse. Ese vagón era un coche dormitorio, que en algu-nos minutos queda
transformado en dormitorio. Los respaldos de los bancos se doblaron; unos colchonci-tos,
curiosamente empaquetados, se desarrollaron por un sistema ingenioso; quedaron
improvisados, en pocos instantes, unos camarotes y cada viajero pudo tener a su
disposición una cama confortable, defendi-da por recias cortinas contra toda indiscreta
mirada. Las sábanas eran blancas, las almohadas blandas, y no había más que acostarse y
dormir, lo que cada cual hizo como si se hubiese encontrado en el cómodo camarote de un
vapor, mientras que el tren corría a todo vapor el estado de Califomia.
En esa porción de territorio que se extiende entre San Francisco y Sacramento, el suelo es
poco acciden-tado. Esa parte del ferrocarril, llamada "Central Paci-fic", tomaba a
Sacramento como punto de partida y avanzaba al Este, al encuentro del que partía de
Omaha. De San Francisco a la capital de California la línea corría directamente al Nordeste,
siguiendo el río "American", que desagua en la bahía de San Pablo. Las ciento veinte millas
comprendidas entre estas dos importantes ciudades se recorrieron en seis horas, y a cosa de
medianoche, mientras que los viajeros se hallaban entregados a su primer sueño, pasaron
por Sacramento, no pudiendo, por consiguiente, ver nada de esta gran ciudad, residencia de
la legislatura del estado de California, ni sus bellos muelles, ni sus anchas calles, ni sus
espléndidos palacios, ni sus pla-zas, ni sus templos.
Más allá de Sacramento, el tren, después de pasar las estaciones de Junction, Roclin,
Aubum y Colfax, penetró en el macizo de Sierra Nevada. Eran las siete de la mañana
cuando pasó por la estación de Cisco. Una hora después, el dormitorio era de nuevo un
vagón ordinario, y los viajeros podían ver por los cris-tales los pintorescos puntos de vista
de aquel monta-fíoso país. El trazado del ferrocarril obedecía los capri-chos de la sierra,
yendo unas veces adherido a las faldas de la montaña, otras suspendido sobre los
preci-picios, evitando los ángulos bruscos por medio de cur-vas atrevidas, penetrando en