Page 58 - Romeo y Julieta - William Shakespeare
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(Aparece JULIETA en la ventana.)
¡Pero calla! ¿Qué luz brota de aquella ventana? ¡Es el Oriente, Julieta es el sol! Alza,
bella lumbrera y mata a la envidiosa luna, ya enferma y pálida de dolor, porque tú, su
sacerdotisa, la excedes mucho en belleza. No la sirvas, pues que está celosa. Su verde,
descolorida librea de vestal, la cargan sólo los tontos; despójate de ella. [Es mi diosa; ¡ah,
es mi amor! ¡Oh! ¡Que no lo supiese ella!-] Algo dice, no, nada. ¡Qué importa! Su mirada
habla, voy a contestarle. -Bien temerario soy, no es a mí a quien se dirige. Dos de las más
brillantes estrellas del cielo, teniendo para algo que ausentarse, piden encarecidamente a sus
ojos que rutilen en sus esferas hasta que ellas retornen. ¡Ah! ¿Si sus ojos se hallaran en el
cielo y en su rostro las estrellas! El brillo de sus mejillas haría palidecer a éstas últimas,
como la luz del sol a una lámpara. Sus ojos, desde la bóveda celeste, a través de las aéreas
regiones, tal resplandor arrojarían, que los pájaros se pondrían a cantar, creyendo día la
noche. ¡Ved cómo apoya la mejilla en la mano! ¡Oh! ¡Que no fuera yo un guante de esa
mano, para poder tocar esa mejilla!
JULIETA
¡Ay de mí!
ROMEO
¡Habla! -¡Oh! ¡Prosigue hablando, ángel resplandeciente! Pues al alzar, para verte, la
mirada, tan radiosa me apareces, como un celeste y alado mensajero a la atónita vista de los
mortales, que, con ojos elevados al Cielo, se inclinan hacia atrás para contemplarme,
cuando a trechos franquea el curso de las perezosas nubes y boga en el seno del ambiente.
JULIETA
¡Oh, Romeo, Romeo! ¿Por qué eres Romeo? Renuncia a tu padre, abjura tu nombre; o,
si no quieres esto, jura solamente amarme y ceso de ser una Capuleto.
ROMEO (aparte.)
¿Debo oír más o contestar a lo dicho?
JULIETA
Sólo tu nombre es mi enemigo. [Tú eres tú propio, no un Montagüe pues.] ¿Un
Montagüe? ¿Qué es esto? Ni es piano, ni pie, ni brazo, ni rostro, ni otro [algún varonil]
componente. [¡Oh! ¡Sé otro nombre cualquiera!] ¿Qué hay en un nombre? Eso que
llamamos rosa, lo mismo perfumaría con otra designación. Del mismo modo, Romeo,
aunque no se llamase Romeo, conservaría, al perder este nombre, las caras perfecciones que
tiene. -Mi bien, abandona este nombre, que no forma parte de ti mismo y toma todo lo mío
en cambio de él.