Page 112 - La Ilíada
P. 112

túnica, calzó los nítidos pies con hermosas sandalias, echóse una rojiza piel de
               corpulento y fogoso león, que le llegaba hasta los pies, y asió la lanza.

                   25 También Menelao estaba poseído de terror y no conseguía que se posara
               el  sueño  en  sus  párpados,  temiendo  que  les  ocurriese  algún  percance  a  los
               argivos  que  por  él  habían  llegado  a  Troya,  atravesando  el  vasto  mar,  y
               promoviendo tan audaz guerra. Cubrió sus anchas espaldas con la manchada
               piel de un leopardo; púsose luego el casco de bronce, y, tomando en la robusta

               mano una lanza, fue a despertar a su hermano, que imperaba poderosamente
               sobre los argivos todos y era venerado por el pueblo como un dios. Hallólo
               junto a la popa de su nave, vistiendo la magnífica armadura. Grata le fue a éste
               su venida. Y Menelao, valiente en el combate, habló el primero diciendo:

                   37  —¿Por  qué,  hermano  querido,  tomas  las  armas?  ¿Acaso  deseas
               persuadir a algún compañero para que vaya como explorador al campo de los
               troyanos? Mucho temo que nadie se ofrezca a prestarte este servicio de ir solo

               durante la divina noche a espiar al enemigo, porque para ello se requiere un
               corazón muy osado.

                   42 Respondióle el rey Agamenón:

                   43 Tanto yo como tú, oh Menelao, alumno de Zeus, tenemos necesidad de
               un prudente consejo para defender y salvar a los argivos y las naves, pues la

               mente  de  Zeus  ha  cambiado,  y  en  la  actualidad  le  son  más  aceptos  los
               sacrificios de Héctor. Jamás he visto ni oído decir que un hombre ejecutara en
               solo  un  día  tantas  proezas  como  ha  hecho  Héctor,  caro  a  Zeus,  contra  los
               aqueos, sin ser hijo de un dios ni de una diosa. Digo que de sus hazañas se
               acordarán  los  argivos  mucho  y  largo  tiempo.  ¡Tanto  daño  ha  causado  a  los
               aqueos! Ahora, anda, encamínate corriendo a las naves y llama a Ayante y a
               Idomeneo; mientras voy en busca del divino Néstor y le pido que se levante

               por  si  quiere  ir  al  sagrado  cuerpo  de  los  guardias  y  darles  órdenes.
               Obedeceránlo a él más que a nadie, puesto que los manda su hijo junto con
               Meriones, servidor de Idomeneo. A entrambos les hemos confiado de un modo
               especial esta tarea.

                   60 Dijo entonces Menelao, valiente en el combate:

                   61 —¿Cómo me encargas y ordenas que lo haga? ¿Me quedaré con ellos y

               te  aguardaré  allí,  o  he  de  volver  corriendo  cuando  les  haya  participado  tu
               mandato?

                   64 Contestó el rey de hombres, Agamenón:

                   65 —Quédate allí, no sea que luego no podamos encontrarnos, porque son
               muchas  las  sendas  que  hay  por  entre  el  ejército.  Levanta  la  voz  por  donde
               pasares  y  recomienda  la  vigilancia,  llamando  a  cada  uno  por  su  nombre
               paterno y ensalzándolos a todos. No te muestres soberbio. Trabajemos también
   107   108   109   110   111   112   113   114   115   116   117