Page 132 - La Ilíada
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desgarrarán las carnívoras aves cubriéndote con sus tupidas alas; mientras que
               a mí, si muero, los divinos aqueos me harán honras fúnebres.

                   456 Así diciendo, arrancó de su cuerpo y del abollonado escudo la ingente
               lanza que Soco le había arrojado; brotó la sangre y afligióle el corazón. Los
               magnánimos  troyanos,  al  ver  la  sangre,  se  exhortaron  mutuamente  entre  la
               turba y embistieron todos a Ulises, y éste retrocedió, llamando a voces a sus
               compañeros. Tres veces gritó cuanto un varón puede hacerlo a voz en cuello;

               tres veces Menelao, caro a Ares, lo oyó, y al punto dijo a Ayante, que estaba a
               su lado:

                   465 —¡Ayante Telamonio, del linaje de Zeus, príncipe de hombres! Oigo la
               voz del paciente Ulises como si los troyanos, habiéndole aislado en la terrible
               lucha,  lo  estuviesen  acosando.  Acudámosle,  abriéndonos  calle  por  la  turba,
               pues lo mejor es llevarle socorro. Temo que a pesar de su valentía le suceda
               alguna desgracia solo entre los troyanos, y que después los dánaos te echen

               muy de menos.

                   47z Así diciendo, partió y siguióle Ayante, varón igual a un dios. Pronto
               dieron con Ulises, caro a Zeus, a quien los troyanos acometían por todos lados
               como los rojizos chacales circundan en el monte a un cornígero ciervo herido
               por la flecha que un hombre le disparó con el arco —sálvase el ciervo, merced
               a sus pies, y huye en tanto que la sangre está caliente y las rodillas ágiles;

               póstralo luego la veloz saeta, y, cuando carnívoros chacales lo despedazan en
               la espesura de un monte, trae la fortuna un voraz león que, dispersando a los
               chacales,  devora  a  aquél—;  así  entonces  muchos  y  robustos  troyanos
               arremetían al aguerrido y sagaz Ulises; y el héroe, blandiendo la pica, apartaba
               de sí la cruel muerte. Pero llegó Ayante con su escudo como una torre, se puso

               al lado de Ulises y los troyanos se espantaron y huyeron a la desbandada. Y el
               marcial Menelao, asiendo de la mano al héroe, sacólo de la turba mientras el
               escudero acercaba el carro.

                   489 Ayante, acometiendo a los troyanos, mató a Doriclo, hijo bastardo de
               Príamo,  a  hirió  a  Pándoco,  Lisandro,  Píraso  y  Pilartes.  Como  el  hinchado
               torrente  que  acreció  la  lluvia  de  Zeus  baja  rebosante  por  los  montes  a  la
               llanura, arrastra muchos pinos y encinas secas, y arroja al mar gran cantidad

               de cieno, así entonces el ilustre Ayante desordenaba y perseguía por el campo
               a  los  enemigos  y  destrozaba  corceles  y  guerreros.  Héctor  no  lo  había
               advertido, porque peleaba en la izquierda de la batalla, cerca de la orilla del
               Escamandro: allí las cabezas caían en mayor número y un inmenso vocerío se
               dejaba  oír  alrededor  del  gran  Néstor  y  del  marcial  Idomeneo.  Entre  todos
               revolvíase Héctor, que, haciendo arduas proezas con su lanza y su habilidad
               ecuestre, destruía las falanges de jóvenes guerreros. Y los divinos aqueos no

               retrocedieran aún, si Alejandro, esposo de Helena, la de hermosa cabellera, no
               hubiese  puesto  fuera  de  combate  a  Macaón,  pastor  de  hombres,  mientras
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