Page 242 - La Ilíada
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combatientes  delanteros  y  dio  gloria  a  Héctor.  Nosotros  correríamos  tan
               veloces  como  el  soplo  del  Céfiro,  que  es  tenido  por  el  más  rápido.  Pero
               también tú estás destinado a sucumbir a manos de un dios y de un hombre.

                   418 Dichas estas palabras, las Erinias le cortaron la voz. Y muy indignado,
               Aquiles, el de los pies ligeros, le dijo:

                   420 —¡Janto! ¿Por qué me vaticinas la muerte? Ninguna necesidad tienes

               de hacerlo. Ya sé que mi destino es perecer aquí, lejos de mi padre y de mi
               madre; mas, con todo eso, no he de descansar hasta que harte de combate a los
               troyanos.

                   424 Dijo; y, dando voces, dirigió los solípedos caballos por las primeras
               filas.




                                                      Canto XX

                                               Combate de los dioses

                   Los  dioses,  en  asamblea  extraordinaria,  no  se  ponen  de  acuerdo  sobre  a
               quién había que favorecer. Aquiles, enfurecido, vuelve al combate y mata a

               tantos troyanos que los cadáveres obstruyen la corriente del río Janto.


                   1 Mientras los aqueos se armaban junto a los corvos bajeles, alrededor de
               ti,  oh  hijo  de  Peleo,  incansable  en  la  batalla,  los  troyanos  se  apercibían
               también para el combate en una eminencia de la llanura.

                   4 Zeus ordenó a Temis que, partiendo de las cumbres del Olimpo, en valles

               abundante, convocase al ágora a los dioses, y ella fue de un lado para otro y a
               todos les mandó que acudieran al palacio de Zeus. No faltó ninguno de los
               ríos, a excepción del Océano; y de cuantas ninfas habitan los bellos bosques,
               las fuentes de los nos y los herbosos prados, ninguna dejó de presentarse. Tan
               luego como llegaban al palacio de Zeus, que amontona las nubes, sentábanse

               en  bruñidos  pórticos,  que  para  el  padre  Zeus  había  construido  Hefesto  con
               sabia inteligencia.

                   13 Allí, pues, se reunieron. Tampoco el que bate la tierra desobedeció a la
               diosa, sino que, dirigiéndose desde el mar a los dioses, se sentó en medio de
               todos y exploró la voluntad de Zeus:

                   16 —¿Por qué, oh tú que lanzas encendidos rayos, llamas de nuevo a los
               dioses al ágora? ¿Acaso tienes algún propósito acerca de los troyanos y de los
               aqueos? El combate y la pelea vuelven a encenderse entre ambos pueblos.


                   19 Respondióle Zeus, que amontona las nubes:
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