Page 275 - La Ilíada
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en otro tiempo, sentado en las rodillas de su padre, sólo comía médula y grasa
               pingüe  de  ovejas,  y,  cuando  se  cansaba  de  jugar  y  se  entregaba  al  sueño,
               dormía en blanda cama, en brazos de la nodriza, con el corazón lleno de gozo;
               mas ahora que ha muerto su padre, mucho tendrá que padecer Astianacte, a
               quien  los  troyanos  llamaban  así  porque  sólo  tú,  oh  Héctor,  defendías  las
               puertas y los altos muros. Y a ti, cuando los perros se hayan saciado con tu

               carne, los movedizos gusanos te comerán desnudo, junto a las corvas naves,
               lejos de tus padres; habiendo en el palacio vestiduras finas y hermosas, que las
               esclavas hicieron con sus manos. Arrojaré todas estas vestiduras al ardiente
               fuego; y ya que no te aprovechen, pues no yacerás en ellas, constituirán para ti
               un motivo de gloria a los ojos de los troyanos y de las troyanas.

                   515 Así dijo llorando, y las mujeres gimieron.




                                                     Canto XXIII

                                           Juegos en honor de Patroclo


                   Luego Aquiles celebra unos espléndidos funerales en honor de Patroclo,
               mientras  ata  el  cadáver  de  Hédor  por  los  pies  a  su  carro  y  se  lo  lleva
               arrastrándolo  por  el  polvo;  y  desde  entonces  todos  los  días,  al  aparecer  la
               aurora,  lo  vuelve  a  arrastrar  hasta  dar  tres  vueltas  alrededor  del  túmulo  de
               Patroclo.



                   1 Así gemían los troyanos en la ciudad. Los aqueos, una vez llegados a las
               naves  y  al  Helesponto,  se  fueron  a  sus  respectivos  bajeles.  Pero  a  los
               mirmidones no les permitió Aquiles que se dispersaran; y, puesto en medio de
               los belicosos compañeros, les dijo:

                   6  —¡Mirmidones,  de  rápidos  corceles,  mis  compañeros  amados!  No
               desatemos  del  yugo  los  solípedos  corceles;  acerquémonos  con  ellos  y  los

               carros a Patroclo, y llorémoslo, que éste es el honor que a los muertos se les
               debe.  Y  cuando  nos  hayamos  saciado  de  triste  llanto,  desunciremos  los
               caballos y aquí mismo cenaremos todos.

                   12 Así habló. Ellos seguían a Aquiles en compacto grupo y gemían con
               frecuencia.  Y  sollozando  dieron  tres  vueltas  alrededor  del  cadáver  con  los
               caballos de hermoso pelo: Tetis se hallaba entre los guerreros y les excitaba el

               deseo de llorar. Regadas de lágrimas quedaron las arenas, regadas de lágrimas
               se veían las armaduras de los hombres. ¡Tal era el héroe, causa de fuga para
               los enemigos, de quien entonces padecían soledad! Y el Pelida comenzó entre
               ellos el funeral lamento colocando sus manos homicidas sobre el pecho de su
               amigo:
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