Page 298 - La Ilíada
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cobardemente, sino que a pie firme defendía a los troyanos y a las troyanas de
profundo seno, no pensando ni en huir ni en evitar el combate.
217 Contestó el anciano Príamo, semejante a un dios:
218 —No te opongas a mi resolución, ni me seas ave de mal agüero en el
palacio. No me persuadirás. Si me diese la orden uno de los que viven en la
tierra, aunque fuera adivino, arúspice o sacerdote, la creeríamos falsa y
desconfiaríamos aún más; pero ahora, como yo mismo he oído a la diosa y la
he visto delante de mí, iré y no serán ineficaces sus palabras. Y si mi destino
es morir en las naves de los aqueos, de broncíneas corazas, lo acepto: máteme
Aquiles tan luego como abrace a mi hijo y satisfaga el deseo de llorarle.
228 Dijo, y, levantando las hermosas tapas de las arcas, cogió doce
magníficos peplos, doce mantos sencillos, doce tapetes, doce palios blancos, y
otras tantas túnicas. Pesó luego diez talentos de oro. Y, por fin, sacó dos
trípodes relucientes, cuatro calderas y una magnífica copa que los tracios le
dieron cuando fue, como embajador, a su país, y era un soberbio regalo; pues
el anciano no quiso dejarla en el palacio a causa del vehemente deseo que
tenía de rescatar a su hijo. Y volviendo al pórtico, echó afuera a los troyanos,
increpándolos con injuriosas palabras:
239 —¡Idos ya, hombres infames y vituperables! ¿Por ventura no hay
llanto en vuestra casa, que venías a afligirme? ¿O creéis que son pocos los
pesares que Zeus Cronida me envía, con hacerme perder un hijo valiente?
También los probaréis vosotros. Muerto él, será mucho más fácil que los
argivos os maten. Pero antes que con estos ojos vea la ciudad tomada y
destruida, descienda yo a la mansión de Hades.
247 Dijo, y con el cetro echó a los hombres. Éstos salieron apremiados por
el anciano. Y enseguida Príamo reprendió a sus hijos Héleno, Paris, Agatón
divino, Pamón, Antífono, Polites valiente en la pelea, Deífobo, Hipótoo y el
conspicuo Dío; a los nueve los increpó y les dio órdenes, diciendo:
253 —¡Daos prisa, malos hijos, ruines! Ojalá que en lugar de Héctor
hubieseis muerto todos en las veleras naves. ¡Ay de mí, desventurado, que
engendré hijos valentísimos en la vasta Troya, y ya puedo decir que ninguno
me queda! Al divino Méstor, a Troilo, que combatía en carro, y a Héctor, que
era un dios entre los hombres y no parecía hijo de un mortal, sino de una
divinidad, Ares les dio muerte; y restan los que son indignos, embusteros,
danzarines, señalados únicamente en los coros y hábiles en robar al pueblo
corderos y cabritos. Pero ¿no me prepararéis al instante el carro, poniendo en
él todas estas cosas, para que emprendamos el camino?
263 Así dijo. Ellos, temiendo la reconvención del padre, sacaron un carro
de mulas, de hermosas ruedas, magnífico, recién construido; pusieron encima