Page 40 - La Ilíada
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448 Acostáronse ambos en el torneado lecho, mientras el Atrida se
revolvía entre la muchedumbre, como una fiera, buscando al deiforme
Alejandro. Pero ningún troyano ni aliado ilustre pudo mostrárselo a Menelao,
caro a Ares; que no por amistad lo hubiesen ocultado, pues a todos se les había
hecho tan odioso como la negra muerte. Y Agamenón, rey de hombres, les
dijo:
456 —¡Oíd, troyanos, dárdanos y aliados! Es evidente que la victoria
quedó por Menelao, caro a Ares; entregadnos la argiva Helena con sus
riquezas y pagad una indemnización, la que sea justa, para que llegue a
conocimiento de los hombres venideros.
461 Así dijo el Atrida, y los demás aqueos aplaudieron.
Canto IV
Violación de los juramentos – Agamenón revista las tropas
Menelao lo busca por el campo de batalla y recibe en la cintura el impacto
de una flecha lanzada por Pándaro, que así rompe la tregua convenida por los
dos ejércitos antes de empezar el singular desafío. Entonces comienza una
encarnizada lucha entre aqueos y troyanos.
1 Sentados en el áureo pavimento junto a Zeus, los dioses celebraban
consejo. La venerable Hebe escanciaba néctar, y ellos recibían sucesivamente
la copa de oro y contemplaban la ciudad de Troya. Pronto el Cronida intentó
zaherir a Hera con mordaces palabras; y, hablando fingidamente, dijo:
7 —Dos son las diosas que protegen a Menelao, Hera argiva y Atenea
alalcomenia; pero, sentadas a distancia, se contentan con mirarlo; mientras que
Afrodita, amante de la risa, acompaña constantemente al otro y lo libra de Las
parcas, y ahora lo acaba de salvar cuando él mismo creía perecer. Pero, como
la victoria quedó por Menelao, caro a Ares, deliberemos sobre sus futuras
consecuencias: si conviene promover nuevamente el funesto combate y la
terrible pelea, o reconciliar a entrambos pueblos. Si a todos pluguiera y
agradara, la ciudad del rey Príamo continuaría poblada y Menelao se llevaría
la argiva Helena.
20 Así dijo. Atenea y Hera, que tenían Los asientos contiguos y pensaban
en causar daño a Los troyanos, se mordieron Los labios. Atenea, aunque
airada contra su padre Zeus y poseída de feroz cólera, guardó silencio y nada
dijo; pero a Hera no le cupo la ira en el pecho, y exclamó:
25 —¡Crudelísimo Cronida! ¡Qué palabras proferiste! ¿Quieres que sea