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TÍTULO



                 Estaba yo tranquila y vino mi hermana corriendo.
                 —Vamos al futuro, hermana—.
                 Dijo eso y me tomó de la mano; me llevó hacia un portal y me tiró en él.
                 Estaba ahora mirándome a mí misma con 20 años. ¡Qué diferente me veía!

              Tenía el pelo corto teñido de violeta, era delgada y debía medir 1,65cm. Estaba
              llorando en mi habitación, que   no era la de antes. Era un piso, seguramente
              alquilado, en Barcelona. De repente, dejé de llorar y cogí el móvil.
                 —¿Qué quieres?—dijo mi yo del futuro.
                 —Tenemos que quedar, tengo un encargo para ti—dijo el otro desde el teléfono
              móvil.
                 Entonces, mi yo del futuro salió de casa con una pistola en el bolsillo. Fue junto a
              ese señor y le preguntó a quién había que matar. El señor le mostró la foto de una
              chica, la cual era hermosa.
                 Por la noche, fue junto a esa chica y la mató. Volvió a su casa y estaba su pareja
              esperándolo.
                 —Hola, amor, ¿qué tal?—dijo la mujer.
                 Mi hermano me volvió a llevar al pasado, y por ver lo que vi tengo miedo de mi
              futuro.

                                                                                            Silva Campos  Gago (1º C)



                                                        SUJETO



                 ¡Hola!. Estoy escribiendo mis memorias. Gracias por preguntar. Desapareceré
              en  breve,  en  cuento  quien  me  esté  soñando  se  despierte.  Pensarás  “¡eso  es
              ridículo!”. Y lo es, efectivamente, pero por desgracia para mí, es de lo más real. Y

              ahora pensarás, “¡pobre!”, y te despreocuparás del asunto. La verdad es que me da
              igual tu compasión, no va a solucionar mi problema, así que no la necesito. Pero
              para hacer algo productivo en el tiempo que me queda, te explicaré mi triste vida.
                 Bien, acabo de caer en que no me he presentado, y a ti no se te ocurrió pedirme
              que lo hiciera cuando nos conocimos; así que lo haré ahora. Me llamo..., bueno, no
              sé cómo me llamo. Dependo totalmente de otro, y ese otro no me ha puesto nombre.
              ¿Qué tal si me llamas Sujeto? Sé que no es un nombre muy sofisticado, pero me

              parece una bonita palabra. De hecho, se me acaba de ocurrir que titulará a mis
              memorias “La vida del Sujeto”. ¿Qué te parece? Bueno, a lo que iba, que me llames
              Sujeto. No me preguntas cuándo es mi cumpleaños: no lo sé. Simplemente aparecí
              aquí, en medio de esta biblioteca, con un libro en blanco, esta pluma y el tintero
              delante de mis narices. No sé cómo, pero, de repente, una pantalla se encendió
              justo en esa pared y apareció la imagen de un niño del que tampoco sé el nombre,

              durmiendo, y en el interior de su cabeza estábamos esta estancia y o, exactamente
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