Page 35 - La Quinta_Abril-Mayo2020
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Qué leer
Apenas nos ha llegado noticia
de su muerte, en medio de esta
España ensordecida por un virus.
Sin embargo, a don José, todo un
maestro, le sobraba relevancia
para asomarse a cualquier portada.
Quizá ningún escritor de su
generación resista la comparación
con alguien que, como él, reunía
logros y cualidades eminentes.
Manejaba una lengua castellana
sabrosísima y ancestral,
hermoseada por la humildad,
cocinada con una receta imposible
de imitar. Una lengua que
rescataba la belleza escondida en
los gestos cotidianos, en las cosas pequeñas, en las personas
pobres.
Entre sus muchos premios destacan el Cervantes, el
Nacional de las Letras y el Nacional de la Crítica, en narrativa. En
cualquier otro país le hubieran rendido honores fúnebres el
presidente de la República y sus ministros. Hubiera sido lo justo.
Aquí, todos ausentes. Tal vez lo mejor, porque la iglesia de
Alcazarén pudo estar llena de amigos.
Las inquietudes de don José, muchas y constantes,
saltaban de Platón a Maquiavelo, de Pascal a Dostoiewski, de la
Inquisición a la modernidad líquida. Su fisonomía interior estaba
alimentada y amasada por mil lecturas y otras tantas