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¿Y cómo empezar a despedirme de la única vida que conozco? Sentarme a escribir en media
                                                     página trece años de mi vida, es probablemente una de las cosas más difíciles que he tenido
                                                     que resumir. Trece años de mi vida completamente llenos de quien soy hoy y de quien seré en
                                                     un futuro.
                                                     Es difícil recordar el primer día de colegio, donde todos llorábamos porque nos separábamos
                                                     de nuestros padres, donde comenzábamos a formarnos y a vivir una rutina, y donde empeza-
                                                     ba esta etapa tan bonita de nuestras vidas, llamada colegio. Siempre veía a los grandes y
                                                     nunca me esperaba el momento en el que yo fuera “un dinosaurio”, en donde yo cargara
                                                     todas las mañanas con mi buzo de 11°; y ahora, aquí estoy, viendo la niña pequeña que era,
                                                     soñando con un momento supuestamente tan lejano. Empezar a entender que las cosas
                                                     tienen su final, es difícil, pero más allá de eso, comenzar a agradecer por las risas, las lágrimas,
                                                     los aprendizajes y las caídas es algo esencial. Empiezo agradeciendo a las dos personas que
                                                     me hicieron la mujer que soy hoy, esos dos que no han dejado de apoyarme en cada decisión
                                                     de mi vida, esos que siempre me han dicho “Sara, vamos paʼ lante”: papá y mamá, muchas
                                                     gracias por confiar en mí. A mis hermanos, Naty y José, por el apoyo incondicional y los
                                                     momentos más idiotas de mi vida. A mis amigas de toda la vida, Isa, Cami, Juancha, Vala, Sofi
                                                     y Polo; sin ustedes, qué hubiera sido de mi pasada por el colegio. A apocalipsis, por acompa-
                                                     ñarme 7 años de mi vida, a pesar de todo, las amo, niñas. A Emiliano, mi mejor compañía para
                                                     todo. A aguardiente pal´ chofer, que hicieron estos últimos dos años de mi vida, los mejores. A
                            sara                     Juanma, Villa, Gonza, Tirado y Pedro, por acogerme como una hermanita. A ustedes, profeso-
                                                     res, por estar ahí enseñándome y creándome como ignaciana; al baile, por hacerme feliz; a
                    Sierra Urrego                    Curso taller XXXII, por permitirme vivir una experiencia inolvidable y a ti, Colegio San Ignacio,
                                                     por permitirme vivir los trece años más felices de mi vida.
                                                     ¡Se acabó esto! Un 11° totalmente fuera de lo común, del que siempre nos acordaremos y
                                                     lamentaremos por no habernos dejado vivir el último año de este pedacito de vida. Igualmen-
                                                     te, a ti también, muchas gracias.
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