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13 años, 156 meses, 678 semanas, 4745 días, días en los cuales orgullosamente
hice parte del colegio San Ignacio De Loyola, días en los que no dormí por quedarme
estudiando, días en los que quebré vidrios del colegio, días en los que me metí en
numerosas peleas, y consecuentemente me metí en numerosos problemas, días en
los que me escapé de clases, días en los que lloré; pero, sobre todo, días en los que
reí e hice reír, días en los que disfruté. Días que nunca voy a olvidar…
Si me preguntaran ¿Valió la pena? Sin pensarlo dos veces diría que lo valió, valió la
pena haber pasado por tanto, por todas las difíciles situaciones en las que estuve;
porque después de numerosas reuniones en rectoría, después de un compromiso
normativo, después de algunas visitas al psicólogo y después de dos compromisos
de rectoría puedo decir “Me gradué, por fin me gradué del San Ignacio”, Sin embargo,
todo esto no hubiera sido posible sin la ayuda y el acompañamiento de personas
como Santiago Genoy, Sonia Correa, Diego Gómez y Gladys Osorio, pude mantener-
me en el colegio; permitiéndome esto, no solamente tener un buen nivel académico
o pulirme como persona, sino también haber conocido a personas increíbles, como
las amistades que formé, las cuales han sido parte de los mejores momentos y expe-
riencias que tenido. Por último y no menos importante, agradecer a los maestros
como Daniel Gracia, Mauricio Amezquita, Luz Dary y Julián Ortiz Muñetón, que se
esforzaron por hacer de las clases un ambiente en el cual nos gustara estar y siempre
se preocuparon más por la manera como sentíamos que por las notas que sacába-
mos; a maestros como ellos, siempre los llevaré en el corazón.
Gracias.