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                                                                                                            recuerda Núñez, quien integra la red desde 2015.
                                                                                                              Paula Núñez se casó muy joven, y tras dos años de matrimo-
                                                                                                            nio, la violencia se le volvió cotidiana.
                                                                                                             “Mi marido me trataba como basura, pero yo creía que tenía
                                                                                                            que soportar por mis cuatro hijos”, cuenta esta mujer delgada
                                                                                                            de metro ochenta, mientras hunde sus pies en la arena.
                                                                                                              En las comunidades garífunas, la falta de recursos muchas
                                                                                                            veces obliga a las mujeres a aguantar.
                                                                                                             “Tenía miedo de separarme porque no sabía cómo iba a
                                                                                                            hacer sola con mis hijos”, comenta Núñez entre lágrimas.
                                                                                                              Ella, al igual que la mayoría en el pueblo, vive la venta
                                                                                                            de pan de coco y artesanías en ciudades cercanas como Tela.
                                                                                                              Esa precariedad hizo que sus cuatro hijos abandonaran la
                                                                                                            comunidad de San Juan.
                                                                                                           “La gente se va porque aquí no hay trabajo”, explica
                                                                                                            la líder de Mariposas Libres, que pasó de 700 a 400
                                                                                                            miembros en los últimos cinco años, a causa de la
                                                                                                            migración de muchas familias.
                                                                                                              Una realidad frecuente en Honduras, en donde 195.584
                                                                                                            personas han dejado sus hogares para solicitar asilo en
                                                                                                            el resto de países del mundo, según datos de 2022 de la
                                                                                                            Agencia de la ONU para los Refugiados, Acnur.
                                                                                                              Aunque la violencia y la pobreza han ahuyentado a
                                                                                                            muchas mariposas, las 400 que quedan siguen en pie de
                                                                                                            lucha por sus comunidades.
                                                                                                              Su  labor  ha  logrado  ganarse  el  apoyo  de Acnur,  que,
        Representantes de Mariposas Libres, una red tejida por mujeres de diversas comunidades garífunas que sostienen un   mediante el Foro de Mujeres por la Vida, brinda aseso-
        trabajo esencial para la lucha de los derechos de las mujeres.ELIAS ASSAF (ACNUR)                   ría psicológica y acompañamiento jurídico a los casos de
                                                                                                            maltrato que registra la organización.
       ‘MARIPOSAS LIBRES’: LAS MUJERES                                                                      a servicios especializados para sobrevivientes de violencia
                                                                                                              Gracias a eso, mujeres como Núñez han logrado acceder
                                                                                                            de género, denunciar los abusos y alejar a sus agresores.
         GARÍFUNAS SE UNEN PARA COMBATIR LA                                                                 do ya se fue del pueblo”, cuenta aliviada y orgullosa de los
                                                                                                             “Estoy esperando noticias del juzgado, pero mi exmari-
                                                                                                            pasos que ha dado.
                                                                                                              Al igual que su caso, la red ha asistido a más de 60 mujeres
        VIOLENCIA DE GÉNERO                                                                                 víctimas de violencia de género solo este año.
                                                                                                              Una cifra que no es difícil de asimilar en el país que
                                                                                                            ostenta la tasa más alta de feminicidios de Latinoamérica,
                                                                                                            con 6 casos por cada 100.000 mujeres, según el Observato-
        La red congrega a 400 afrocaribeñas que encaran juntas el maltrato en sus                           América Latina y el Caribe, Cepal.
                                                                                                            rio de Igualdad de Género de la Comisión Económica para
        comunidades en el país con la mayor tasa de feminicidios de América Latina                          violentas de mujeres en Honduras, de acuerdo al CDM.
                                                                                                              Solo hasta finales de octubre, se registraron 341 muertes
                                                                                                              No solo esas muertes ocupan la atención de Mariposas
                                                POR PAULA MEDINA                                            Libres. En las reuniones, también se discuten los proble-
                                                                                                            mas de las más jóvenes. Para eso, se han consolidado grupos
               aula Núñez dice que hace un año esquivó la muerte   como garífunas. Pueblos que viven entre callejones de tierra   de jóvenes, llamados de orugas, que tienen miembros que
               de milagro. “Estaba rezando al borde de mi cama y   y muros despintados en la provincia de Atlántida.   van desde los 10 hasta los 25 años.
               sentí una voz que me decía: levántate”. Al ponerse de   Martínez ya no sabe cuántas veces las mujeres han tenido   Ellas también se juntan a hablar y a aprender sobre el
        Ppie y darse la vuelta, la mujer de 53 años vio al padre   que levantar cadáveres de mujeres de las calles ante lo que   respeto, los límites y la igualdad de las mujeres.
        de sus cuatro hijos listo para atacarla por la espalda con un   consideran la indiferencia de las autoridades.   “Tenemos unas cien orugas repartidas entre los pueblos,
        cuchillo. Después de eso, ella decidió acabar con un matrimo-  “Los policías de aquí dicen que entre marido y mujer nadie   que se reúnen todas las semanas. Después de cierta edad,
        nio tortuoso de 34 años.                          se mete”, explica la líder afro de 50 años.       muchas deciden pasar al grupo de las mariposas”, explica
          Las historias de violencia como esta no dejan de repetirse   Ella misma, como la mayoría en su pueblo, fue educada   Martínez, quien tiene sus esperanzas puestas en las
        entre las mujeres de la etnia garífuna de las costas del norte   para soportar los abusos.          futuras generaciones.
        de Honduras.                                       “Mi propia madre me maltrató desde que era niña. Ella   “Sueño con que la violencia hacia las mujeres se termine
          En siete pueblos, 400 de ellas conforman una especie de   decía que las  mujeres teníamos  que aguantar”,  comenta,  en las comunidades porque sé que nosotras somos capaces
        pelotón para defender sus vidas y sus derechos. Mariposas   mordiéndose los labios.                 de muchas cosas”, sentencia Dorian Martínez, una de las
        Libres es una red femenina que durante 15 años se ha forta-  Desde pequeña, fue consciente de que no quería seguir ese   orugas que conformará el futuro séquito de luchadoras de
        lecido para luchar en contra de la violencia de género dentro   ejemplo. Años más tarde, tras la muerte de su hermana mayor,  Tornabé.
        de las comunidades garífunas de Honduras, un país en el que   decidió a convocar a las garífunas para hablar de los proble-  La joven de 23 años camina erguida con un turbante en la
        una mujer muere de forma violenta cada 21 horas, según la   mas en los territorios y apoyarse en situaciones de violencia.   cabeza, agradeciendo las lecciones acumuladas.
        ONG Centro de Derechos de Mujeres (CDM).           “Vi la necesidad de organizarnos para rescatar a las   “He aprendido mucho sobre lo que no debo permitir y con
          Una de estas muertes fue la que inspiró a Calixta Martínez   mujeres”, resalta con su voz estridente.  eso quiero ayudar a otras mujeres”, afirma la amante del
        a fundar la organización en 2008. Mariposas Libres nació en   Fue así como Mariposas Libres arrancó con un puñado de   baloncesto.
        homenaje a su hermana Virginia, que murió en un hospital a   mujeres en Tornabé y, en unos años, llegó a tener hasta 700   Sabe que las experiencias de sus mayores buscan dejar
        causa de problemas irreversibles en sus órganos tras años de   participantes repartidas entre las comunidades de San Juan,   huella en chicas como ella, del mismo modo en que las
        soportar golpes de su marido.                     Triunfo de la Cruz, La Ensenada, Río Tinto y Barra Vieja.   decenas de murales de Mariposas Libres han dejado marcas
         “Crecí viendo como él la maltrataba. No quería que eso les   En esas costas, mientras las mujeres se las arreglaban para   en los muros de los pueblos de la Atlántida.
        pasara a otras”, sentencia Martínez, con la mirada perdida   sobrevivir, también se reunían semanalmente para hablar de   Pintadas que no se comparan con el legado vivo que llevan
        en el mar de Tornabé, un pueblo costero de menos de 3.000   sus derechos, la defensa de los territorios, los límites en sus   las mujeres que han logrado cambiar su historia, como Núñez,
        habitantes al que cada vez llegan menos turistas.  relaciones y los problemas en sus hogares.       que ahora celebra su nueva vida: “Soy una mariposa que salió
          En territorios así, habitan comunidades que llegaron desde   “Yo me quedaba callada en las reuniones porque pensaba   del closet. Por fin logré abrir mis alas”, dice riéndose. (El País,
        África a Centroamérica en el siglo XVIII y que se conocen   en los insultos que me decía mi esposo en la casa, pero cuando   España)
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