Page 30 - Historias de agua - Antología de teatro comunitario
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reflexión que compartió Doña Lupita (como le dicen en el
rancho donde vive) sobre la poca participación de los adul-
tos de la Comunidad.
Era tal la perseverancia y compromiso con la actividad de
Lupita que se las arregló para convencer a otra señora de ter-
minar el taller; además, no le gustaba la idea de que dejara su
títere inconcluso.
Cuando no era horario de taller, Lupita ensayaba sus diá-
logos en casa y prefería dedicarle tiempo a esta actividad que
a ver una telenovela. La acompañaba su hijo menor, quien de
tanto escuchar los ensayos de su mamá, terminó por apren-
derse la obra, aun cuando no era uno de los niños que par-
ticiparía en ella. Con orgullo, Lupita comenta que su hijo
menor le decía: “Usted va a hacer que esa mamita agarre
vida por usted”.
Ya rumbo al estreno, todos compartían esa sensación de
nervios, pero también ese “sentir bonito” por participar y
poder transmitir un mensaje.
Como parte de un proceso de empoderamiento, Doña Lu-
pita recuerda los cambios que vio en sí misma: al principio
del taller era penosa, pero con los chistes y las conversacio-
nes que iniciaban los teatristas Laura y Óscar poco a poco
fue perdiendo la vergüenza y avivando su curiosidad por las
experiencias que ellos compartían sobre la escena, sobre sus
viajes.
En la actualidad, Doña Lupita está convencida de que los
títeres, como los que crearon para El pozo del muerto, son
instrumentos útiles para compartir información y educar de
una forma diferente y divertida a los niños y a los adultos.
28 Dar vida para enseñar