Page 33 - El uelo de los condores
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y lo agitó mirándome; yo la saludaba con la mano,
se fue esfumando, hasta que sólo se
y así
distinguía el pañuelo como un ala rota, como una
paloma agonizante, y por fin, no se vio más que el
bote pequeño que se perdía tras el vapor...
Volví a mi casa, ya las cinco, cuando salí de la
escuela, sentado en la terraza de la casa vacía, en
el mismo sitio que ocupara la dulce amiga, vi
perderse a lo lejos en la extensión marina el
vapor, que manchaba con su cabellera de humo
el cielo sangriento del crepúsculo.