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Pugna
En el reino natal de Pugna, cerca de los respiraderos de los Confines
Abisales, se alzaba una lamasería dedicada a las Artes del Olvido, que
obtenía su poder de las energías abisales. El Maestro Supremo del
templo había pasado al Olvido varios años atrás, dejando su academia
sin liderazgo. Desde el momento de la muerte de su maestro, los
regentes del templo comenzaron a realizar ritos de divinización para
identificar a la reencarnación de su maestro, y finalmente todas las
señales convergieron en las inmediaciones. Diversos poblados se
alzaban bajos las sombras del templo, sus calles y plazas estaban
repletos de risas de chiquillos alborotadores. Pugna, con apenas
trece meses de edad, era uno de los candidatos entre los niños
locales, y se presentó en el templo el día señalado junto a otros dos
prometedores candidatos. Los lamas ofrecieron un amasijo de reliquias
desgastadas a los pequeños, posesiones atesoradas por su antiguo
maestro supremo. Uno de los niños se hizo con una varita pórfida que
perteneció al lama largo tiempo atrás... y la introdujo por uno de sus
orificios nasales. Una niña traviesa se hizo con un amuleto que también
había pertenecido al lama e inmediatamente se lo tragó. Pugna miró a
los otros dos con expresión divertida, lanzó una alegre carcajada y
los abrasó con una lluvia de llamas esmeralda, reduciéndolos a
cenizas al instante. A continuación se hizo con la varita y el amuleto y
exclamó '¡Mío!' Los regentes levantaron al radiante Pugna sobre sus
hombros, lo vistieron con el ornamento de su maestro supremo y se lo
llevaron hacia el trono antes de que su humor tuviera ocasión de
cambiar. En cinco años, el propio templo ya era otra montaña de
cenizas, lo que complació sobremanera a Pugna.