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Phantom Lancer

















       La remota aldea de Asta desconocía los conflictos que se libraban en el
           corazón del reino. Para sus habitantes, la quietud de la pesca con
        arpón y una comida familiar eran todo lo necesario para una vida plena,
               pero la guerra les alcanzó de todos modos. Uniéndose a los
           conscriptos aptos para la lucha que marchaban ante sus casas, el
                humilde lancero Azwraith juró traer la paz a su reino y, por
        consecuencia, también a su pueblo. Luchando junto a sus allegados en
         la vanguardia del asalto final contra el Temible Magus Vorn, el coste
             fue absoluto para sus compañeros. Mientras la fuerza asaltante
          avanzaba hacia la fortaleza, Azwraith fue el único de los suyos que
           permaneció en pie, y sólo él fue capaz de infiltrarse en el torreón.
         Concentrado y enfurecido por la masacre de sus hermanos, Azwraith
              superó todas y cada una de las mortales trampas y guardianes
       conjurados del hechicero. Pronto el simple pescador llegó al santuario
           de la torre de Vorn. Los dos se batieron en duelo durante toda la
      noche, pica contra bastón, mientras el caos se desataba en el exterior, y
          con un grito ensordecedor Azwraith atravesó a su enemigo. Pero el
       mago no pereció sin más; su cuerpo estalló en innumerables fragmentos
        de luz, penetrando con fuerza en su verdugo. A medida que el humo del
           combate empezó a despejar, Azwraith se encontró de pie entre una
          multitud de seres como él. Cada uno parecía estar vestido del mismo
       modo que él, armado como él, y podía sentir que todos pensaban como él
        lo hacía. Consciente de que sus aliados se aproximaban, deseó que los
             espectros se ocultaran y, obedeciendo a su voluntad, uno a uno
        empezaron a desaparecer en la nada. Cuando los soldados llegaron al
         santuario, se encontraron al guerrero que había vencido al mago. Tan
         pronto se acercaron a su campeón, el lancero despareció. El piquero
                 que se encontraba ante ellos no era más que otra ilusión.
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