Page 141 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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tropas  todavía  confían  en  él.  ¡Precisa  de  tu  ayuda  para  rendir  a
      Aratta!
         La  sagrada  Inanna  le  respondió:
         — Escucha lo que tengo que decirte. Ahora mismo, en el canal quei
      riega surcos y praderas, en  el brillante  canal que se parece  al «río  deí
      agua diáfana» de Inanna, se están alimentando las carpas con la «plan-l;
      ta  de  la  miel», y los  peces  kin-tur se  están  nutriendo  con  la  «hierbal
      de  roble»  que  viene  de  las  montañas.  Entre  ellos,  el  pez  urinu,  dios·;
      tutelar de la carpa, está jugando  feliz, moviendo su cola. Con su cola;
      escamosa, yace  anclado  entre  los  viejos juncos  y  cañaverales. Todos;
      los tamariscos que allí crecen beben agua de su marjal, pero un tama^
      risco  está  solo, se  alza  aparte  solo.  Cuando  Enmerkar, hijo  de  Utu¿
      haya  talado  ese  tamarisco  y  lo  haya  convertido  en  una  artesa, cuanÉ
      do  haya arrancado las viejas cañas  de su tocón y las haya tomado  en:
      la mano y haya hecho  al pez  urinu salir de  entre  ellas, haya  cogido at
      ese pez, lo haya cocinado, lo  haya probado y lo haya dado  de comer
      al  estandarte Aankara, el  brazo  de  batalla  de  Inanna, mi  emblema y;
      garantía  de mi  ayuda,  entonces  que  sus  tropas  lo  prueben  también;:
      Que  coman del pez. Con  total  seguridad, mi  estandarte  habrá dado:
      fin  a  lo  que  es  el mismo  aliento  de  vida  de Aratta.
         Habiendo regresado Lugalbanda junto  a su rey Enmerkar y des^
      pués  de  cumplir  éste  las  instrucciones  que  le  había  hecho  llegar
      Inanna, la ciudad de Aratta  cayó  en poder de  las  tropas  de  Uruk y;
      de Kullab. Sometido  su  rey, Enmerkar le  exigió  piedras preciosas
      abundantes  metales  como  botín. Asimismo,  demandó  metales  ela-,
      borados, convertidos  en  ricas joyas: los plateros labraron  el  oro y la-
      plata, los joyeros  aportaron  sus  gemas  trabajadas, los  metalistas  fun^
      dieron  bronces.
         Reunidos  todos  aquellos  tesoros  que  fueron  cargados  en  acé­
      milas,  Enmerkar  y  sus  tropas,  al  frente  de  las  cuales  se  hallaba  el
      héroe Lugalbanda, regresaron a Uruk. En las retinas de los que vol­
      vían a sus casas se diría que todavía podían verse reflejadas las mura­
      llas  y  los  contrafuertes  de Aratta,  todos  de  brillante  lapislázuli,  así
      como  su  altísimo  enladrillado  y  sus  almacenes  de  variado  mineral
      que  era  extraído  de  la  montaña  de  los  cedros  hashur.


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