Page 186 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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zando mi puerta. ¡Escuchad!: cuando los adetas se pongan en situa­
      ción  y  luchen,  apresándose  por  las  piernas  y  haciéndose  tocar  la
      cabeza  en  el  suelo  para  a  continuación  elevar  sus  espaldas,  seréis
      vosotras  solas, en  todo  el país, las  piedras  que  tales  luchadores  pre­
      ferirán.
         El  héroe  Ninurta  se  volvió  hacia  la  piedra  Kurgara,  apostrofan­
      do  también  a  la  Piedra  Bal  y  al  Khol  amarillo, y  les  pronunció  la
      siguiente bendición:
        — Puesto  que  habéis  dicho  «Vamos  a  poner alegres  a  los  hom­
      bres», yo  os  los  enviaré  y  volveréis  imberbe  al joven  que  os  haya
      gustado,  tan  bien  que  el  kalatur os  alabará.  Sed  ofrendas  en  el  día
      de  la  fiesta  de  los  Manes, y,  en  la  luna  nueva, hasta  el  noveno  día
      del  mes, los jóvenes  os  consagrarán  sus juegos  rituales.

         El  asignó  todas  estas  piedras  al  culto  de  Ninhursag.
         Vencida la  Montaña,  cuando  el  Héroe  se  puso  en  camino  por
      la  estepa  su  imponente  figura  brillaba  como  el  Sol.  Entre  la
      muchedumbre  que  le  aclamaba  una  y  otra  vez  el  dios  se  com­
      portaba  con  majestad. Así  avanzó,  alegre,  hacia  su  barco  preferi­
      do:  un  magur, para  embarcarse  en  su  Makarnuntae.  Entonces  los
      marineros, al  verle, entonaron  un  delicioso  canto  y  celebraron  de  Λ?
      corazón  sus  alabanzas. Le  dirigieron  a  Ninurta  este  saludo  por  su
      gloria  eterna:
        — Divino  superhéroe, Señor  Ninurta, soberano  de  los Anunna,
      tú  que  tienes  en  tu  derecha  la  maza  llena  de  mortíferas  puntas,   :
      torrente  que  en  tu  camino  arrastras  a  todos  tus  enemigos.  ¿Quién
      puede imitar tus altos hechos, grandiosos, admirables?  ¡Héroe!  ¡Irre-  7
      sistible  cataclismo!  Ni siquiera los  dioses Enki y Ninki se  atreven  a
      ir contra ti. ¡Héroe, saqueador de  ciudades, vencedor de la Monta­
      ña, hijo  de Enlil!  ¿Quién puede  elevarse  tan alto  como  tú?  ¿Quién
      te  puede  igualar, Ninurta,  hijo  de  Enlil, Héroe?
        Después  de  aquel  saludo  que  finalizaba  con  preguntas  de  res­
     puestas  inequívocamente  afirmativas, los  marineros  no  dudaron  en
     hacer  alusiones  muy  concretas  a  su  muy  querido  gobernante  de
     Lagash, devoto  de  los  dioses.


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