Page 83 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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Enki, cada vez más enervado por la bebida, sin saber exactamente
     la gravedad de lo que estaba realizando, continuó ofreciendo a Inan­
     na  los  dones  que  constituían,  de  hecho, sus  poderes. Y  así,  en  una
     larga  lista  de  me, le  entregó  la Verdad,  el  Descenso  a  los  Infiernos,
     el  Regreso  de  los  Infiernos,  el Travestismo,  el  Puñal  y  el  Garrote,
     el Estado de cinedo, el Vestido  negro, el Vestido polícromo, la Cabe­
     llera  echada  sobre  la  nuca y  también  la  recogida  en  la  nuca.
        Inanna, sin  decir palabra,  aceptaba  aquellos  poderes.
        Enki, que  seguía  apurando  cubiletes  de  vino,  emocionado  cada
     vez  más  por los  encantos  de  Inanna,  continuaba  diciendo:
        — Por  mi  poderío, por mi Abzu, a  la  santa  Inanna,  a  mi  hija, le
     voy a  ofrecer el Estandarte  de las batallas, el  Carcaj, el Erotismo, las
     Relaciones  sexuales,  la  Prostitución,  la  Ley,  el  Hablar  franco,  la
     Hipocresía, la Adulación, el  Estado  de  oblata y  la Taberna  santa.
        Inanna, naturalmente, aceptaba aquellos regalos sin abrir la boca.
        Enki  continuaba  diciendo:
        — Por  mi  poderío, por  mi Abzu,  a  mi  hija,  le  voy  a  ofrecer  el
     Santo  nigingar, la  Hierodulía  celeste, la  Orquesta sonora, el Arte  del
     canto,  la  Función  de  anciano,  la  Guerra,  la  Autoridad  militar,  la
     Perfidia,  la  Rectitud,  la  Destrucción  de  ciudades, la  Lamentación,
     y  las Alegrías  del  corazón.
        Inanna  aceptó  también  todos  aquellos  regalos.
        Enki  seguía, en  su  alocado  ofrecimiento, regalándole  más  y  más
     leyes  divinas, todas  ellas  principios  civilizadores.
        — También  quiero  ofrecerle  la Astucia, la  Rebelión,  la  Prospe­
     ridad,  el Viajar, la  Seguridad  de  las  viviendas,  el Arte  de  trabajar  la
     madera y los  metales, la Escritura, la Profesión  de metalista, de  cur­
     tidor, de  tejedor  de  ropas, de  albañil, de  cestero.
        Enki,  desde  su  sitial,  miraba  a  Inanna,  que  seguía  callada,  pero
     muy  a  la  expectativa  por  la  cantidad  de  poder  que  iba  recibiendo
     y  que  le  permitiría  realzar  su  personalidad  a  primerísimo  rango.
     Isimu,  que  no  dejaba  de  manifestar  su  estupor  por  aquellas  dádi­
     vas,  también  callaba.
       — También  quiero  ofrecerte,  Inanna, principios  más  importan­
     tes. Te voy a regalar la Inteligencia, la Atención, la Purificación sagra­


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